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Mateo 26:39 - Versión Biblia Libre

39 Entonces se fue un poco más lejos, se postró sobre su rostro y oró. “Padre mío, por favor, si es posible, quítame esta copa de sufrimiento”, pidió Jesús. “Aun así, que no sea lo que yo quiero sino lo que tu quieres”.

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Biblia Reina Valera 1960

39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

39 Él se adelantó un poco más y se inclinó rostro en tierra mientras oraba: «¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

39 Fue un poco más adelante y, postrándose hasta tocar la tierra con su cara, oró así: 'Padre, si es posible, que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

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La Biblia Textual 3a Edicion

39 Y yendo un poco más adelante, cayó sobre su rostro, y orando dijo: ¡Padre mío, si es posible pase de mí esta copa!° pero no como Yo quiero, sino como Tú.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

39 Y adelantándose un poco, se postró en tierra y oraba diciendo: '¡Padre mío: si es posible, que pase de mí este cáliz! Pero no sea como yo quiero sino como quieres tú'.

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Mateo 26:39
27 Referans Kwoze  

Abrán se inclinó y puso su rostro en el suelo; y Dios le dijo:


Pero si dice: ‘No estoy conforme contigo’, aquí estoy. Que me haga lo que mejor le parezca”.


Cuando David levantó la vista y vio al ángel del Señor de pie entre la tierra y el cielo, con su espada desenvainada extendida sobre Jerusalén, David y los ancianos, vestidos de saco, cayeron sobre sus rostros.


El Señor Dios me ha instruido, y no he sido rebelde ni me he apartado.


Por eso le concederé un lugar entre los grandes y le daré el premio de los vencedores, porque derramó su vida en la muerte y fue contado como uno de los rebeldes. Tomó sobre sí los pecados de muchos y pidió perdón por los rebeldes.


La luz brillante que lo rodeaba era como un arco iris brillando a través de las nubes en un día de lluvia. Así era la gloria del Señor. Cuando lo vi, caí de bruces en el suelo, y entonces oí que alguien me hablaba.


Moisés y Aarón se postraron en el suelo frente a todos los israelitas reunidos.


Pero Moisés y Aarón cayeron al suelo boca abajo y dijeron: “Dios – Diosde todo lo que vive – si es un solo hombre el que peca, ¿tienes que enfadarte con todos?”


“No sabes lo que estás pidiendo”, le dijo Jesús. “¿Pueden ustedes beber la copa que yo estoy a punto de beber?” . “Sí podemos”, le dijeron.


Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas también, y harán señales y milagros increíbles para engañar a los escogidos, si fuera posible.


Entonces se fue por segunda vez y oró. “Padre mío, si no puedes quitarme esta copa sin que yo la beba, entonces se hará tu voluntad”, dijo.


Porque aparecerán falsos Mesías y falsos profetas, y harán milagros y maravillas para engañar, si fuese posible, a los escogidos de Dios.


Entonces se arrodilló ante los pies de Jesús, agradeciéndole. Y era un samaritano.


Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó su mirada hacia el cielo y dijo: “Padre, gracias por escucharme.


pero yo estoy haciendo lo que mi Padre me dijo que hiciera, a fin de que el mundo sepa que yo amo al Padre. Ahora levántense. Vámonos”.


Jesús le dijo a Pedro: “¡Guarda esa espada! ¿Crees que no debo beber la copa que mi Padre me ha dado?”


Jesús les explicó: “Les digo la verdad, el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta; él solo puede hacer lo que ve hacer al Padre. Todo lo que el Padre hace, lo hace también el Hijo.


Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Juzgo basándome en lo que se me dice, y mi decisión es justa, porque no estoy haciendo mi propia voluntad sino la voluntad de Aquél que me envió.


Porque yo no descendí del cielo para hacer mi voluntad sino la voluntad del que me envió.


Cuando Pedro entró a la casa, Cornelio salió a su encuentro y cayendo a sus pies, lo adoró.


Y al venir en forma humana, humillándose a sí mismo, se sometió a la muerte, incluso a la muerte en una cruz.


Jesús, mientras estuvo aquí, en forma humana, oró y clamó a Dios con grandes gemidos y lágrimas, al único que tenía el poder de salvarlo de la muerte. Y Jesús fue escuchado por su respeto hacia Dios.


Entonces caí postrado a sus pies para adorarlo. Y me dijo: “¡No lo hagas! Yo soy un siervo de Dios, como lo eres tú, y como los que aceptan el testimonio de Jesús. Adora a Dios, porque el testimonio de Jesús es el espíritu profético”.


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