Cuando terminaban los días de fiesta, Job mandaba a buscarlos y los purificaba, levantándose de madrugada para ofrecer un holocausto por cada uno de ellos. Job se preocupaba, pensando para sí mismo: “Tal vez mis hijos hayan pecado de alguna manera y hayan ofendido a Dios sin querer”. Era lo que Job hacía siempre.
Moisés explicó a Aarón: “Esto es lo que el Señor estaba hablando cuando dijo: ‘Mostraré mi santidad a los que se acerquen a mí; revelaré mi gloria para que todos la vean’”. Pero Aarón no respondió.
El pueblo salía a recogerlo, lo molíancon un molino o lo trituraban en un mortero; luego lo hervirían en una olla y lo convertirían en pan plano. EL sabor era como de pasteles hechos con el mejor aceite de oliva.
Como era la temporada de la cosecha, el Jordán estaba lleno de agua, y sus orillas se desbordaban. Pero tan ponto como los sacerdotes que llevaban el Arca entraron en el agua, el río dejó de fluir.
Josuéles habló a los sacerdotes: “Tomen el Arca del Pacto y vayan delante del pueblo”. Entonces ellos levantaron el Arca del Pacto y marcharon delante del pueblo.
Levántate y asegúrate de que el pueblo esté puro. Diles: ‘Purifíquense para mañana, porque así lo dice el Señor, el Dios de Israel: Hay cosas reservadas para mí que están escondidas entre ustedes, pueblo de Israel. No podrán enfrentarse a sus enemigos hasta que tales cosas sean eliminadas por completo.
“Sí, vengo en son de paz”, respondió. “He venido a presentar sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo a hacer el sacrificio”. Entonces purificó a Isaí y a sus hijos y los invitó al sacrificio.