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Job 42:8 - Versión Biblia Libre

8 Tomen, pues, siete toros y siete carneros y vayan donde mi siervo Job, y ofrezcan un holocausto por ustedes. Mi siervo Job orará a favor de ustedes y yo aceptaré su oración y no trataré con ustedes conforme a su insensatez, porque no han dicho la verdad sobre mí, como sí lo hizo mi siervo Job”.

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Biblia Reina Valera 1960

8 Ahora, pues, tomaos siete becerros y siete carneros, e id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros; porque de cierto a él atenderé para no trataros afrentosamente, por cuanto no habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Así que, tomen siete toros y siete carneros, vayan a mi siervo Job y ofrezcan una ofrenda quemada por ustedes mismos. Mi siervo Job orará, y yo aceptaré la oración a favor de ustedes. No los trataré como se merecen, a pesar de no haber hablado de mí con exactitud, como lo hizo mi siervo Job».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Por lo tanto, consíganse siete becerros y siete carneros y vayan a ver a mi servidor Job. Ofrecerán un sacrificio de holocaustos, mientras que mi servidor Job rogará por ustedes. Ustedes no han hablado bien de mí, como hizo mi servidor Job, pero los perdonaré en consideración a él.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Tomad, pues, siete becerros y siete carneros, e id a mi siervo Job y ofreced holocausto por vosotros. Y mi siervo Job intercederá por vosotros, porque Yo levantaré su rostro, para no hacer con vosotros conforme a vuestra insensatez, pues no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Tomad pues, siete becerros y siete carneros, acudid ante mi siervo Job y ofrecedlos por vosotros en holocausto. Mi siervo Job intercederá por vosotros y en atención a él no os castigaré por no haber hablado rectamente de mí, como mi siervo Job'.

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Job 42:8
33 Referans Kwoze  

Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimelec ya su esposa; y también sanó a sus esclavas, a fin de que nuevamente pudieran engendrar hijos.


Envía a esta mujer con su esposo. Él es un profeta, y orará por ti, y tú vivirás. Pero si no la envías de regreso, debes saber que tú y toda tu familia morirán”.


Como Dios ayudó a los levitas que llevaban el Arca del Pacto del Señor, sacrificaron siete toros y siete carneros.


Trajeron siete toros, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos como ofrenda por el pecado por el reino, por el santuario y por Judá. El rey ordenó a los sacerdotes, descendientes de Aarón, que los ofrecieran sobre el altar del Señor.


Cuando terminaban los días de fiesta, Job mandaba a buscarlos y los purificaba, levantándose de madrugada para ofrecer un holocausto por cada uno de ellos. Job se preocupaba, pensando para sí mismo: “Tal vez mis hijos hayan pecado de alguna manera y hayan ofendido a Dios sin querer”. Era lo que Job hacía siempre.


“¿Has prestado atención a Job, mi siervo?” le peguntó el Señor. “No hay nadie como él en la tierra, un hombre íntegro que hace lo correcto, que respeta a Dios y evita el mal”.


Dios salva a los inocentes, y tú te salvarás si haces lo que es justo”.


No. Tus pecados sólo afectan a la gente como tú, y cualquier bien que hagas también les afecta a ellos.


Así que Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Zofar el naamatita hicieron lo que el Señor les ordenó, y el Señor aceptó la oración de Job.


No nos castiga por nuestros pecados, como debería hacer; no nos devuelve todas las cosas malas que hacemos, aunque lo merezcamos.


Entonces Jetro presentó un holocausto y sacrificios a Dios, y Aarón vino con todos los ancianos de Israel para comer con él en presencia de Dios.


Los hijos de los que te persiguieron vendrán y se inclinarán ante ti; todos los que te despreciaban se postrarán a tus pies y te llamarán Ciudad del Señor, Sión del Santo de Israel.


El Señor me dijo: No reces por el bienestar de este pueblo.


El Señor me dijo: Aunque Moisés y Samuel estuvieran delante de mí suplicándome en nombre de este pueblo, no me darían lástima. Envíalos lejos de mí. Haz que se vayan.


Aunque Noé, Daniel y Job, estos tres hombres, estuvieran presentes sus buenas vidas sólo se salvarían a sí mismos, declara el Señor Dios.


Cada día, durante los siete días de la fiesta, ofrecerá siete toros y siete carneros sin defectos como holocausto al Señor, junto con un macho cabrío como ofrenda por el pecado.


Entonces Balaam le dijo a Balac, “Constrúyeme siete altares aquí, y prepárame siete toros y siete carneros para un sacrificio”.


Lo llevó al campo de Zofim en la cima del Monte Pisga. Allí construyó siete altares y ofreció un toro y un carnero en cada altar.


Balaam le dijo a Balac, “Constrúyeme siete altares aquí, y prepárame siete toros y siete carneros para sacrificar”.


Entonces una voz desde el cielo dijo: “este es mi hijo a quien amo, el cual me complace”.


Por eso lo alabamos, por su gloriosa gracia que con tanta bondad nos dio en su Hijo amado.


Alexander, el herrero, me causó muchos problemas. Que Dios lo juzgue por lo que hizo.


porque es imposible que la sangre de toros y cabras quite los pecados.


En consecuencia, tiene el poder para salvar por completo a los que se acercan a Dios por medio de él, viviendo siempre para rogar su caso a favor de ellos.


¿Está alguno enfermo? Llamen a los ancianos de iglesia para que oren y le unjan con aceite en el nombre del Señor.


Admitan unos delante de otros los errores que han cometido, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración sincera de los justos es eficaz.


Si ves a tu hermano en la fe cometiendo un pecado que no es mortal, debes orar y Dios le otorgará vida al que ha pecado. (Pero no por un pecado mortal. Porque hay un pecado que es mortal, y no quiero decir que la gente deba orar por eso.


Él es el que vino por agua y sangre, Jesucristo. No solo vino por agua, sino por agua y sangre. El Espíritu prueba y confirma esto, porque el Espíritu es la verdad.


Desde la sinagoga de Satanás traeré a los que dicen ser judíos, (pero no lo son, son mentirosos), haciéndolos venir a adorar a tus pies, para que reconozcan que yo te amo.


David aceptó de Abigail lo que le había traído y le dijo: “Puedes irte a casa en paz, porque estoy de acuerdo con tu consejo y te concedo tu petición”.


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