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Isaías 64:11 - Versión Biblia Libre

11 Nuestro hermoso y santo Templo, donde nuestros antepasados te alababan, ha sido incendiado, y todo lo que atesorábamos ha sido destruido.

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Biblia Reina Valera 1960

11 La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, fue consumida al fuego; y todas nuestras cosas preciosas han sido destruidas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 El templo santo y hermoso donde nuestros antepasados te alababan fue incendiado y todas las cosas hermosas quedaron destruidas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 ¿Y puedes tú, Yavé, no conmoverte al ver estas cosas? ¿Durará tu silencio y será mayor nuestra humillación?

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Nuestra santa y gloriosa Casa, Donde te alabaron nuestros padres, Ha sido pasto del fuego; Nuestras cosas más amadas Se han convertido en ruinas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 ¿Serás, Yahveh, insensible ante estas cosas? ¿Callarás y nos humillarás hastas el extremo?

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Isaías 64:11
21 Referans Kwoze  

El rey se volvió hacia toda la asamblea de Israel que estaba de pie y los bendijo,


“Alabado sea el Señor, que ha dado descanso a su pueblo Israel según todo lo que prometió. Ni una sola palabra ha fallado entre todas las buenas promesas que hizo por medio de su siervo Moisés.


Quemó el Templo del Señor, el palacio real y todos los grandes edificios de Jerusalén.


Luego los babilonios quemaron el Templo de Dios y demolieron las murallas de Jerusalén. Incendiaron todos los palacios y destruyeron todo lo que tenía algún valor.


Dijo: “Alabado sea el Señor, Dios de Israel, que ha cumplido la promesa que le hizo a mi padre David cuando le dijo:


Cuando todos los israelitas vieron el fuego que descendía y la gloria del Señor en el Templo, se arrodillaron e inclinaron el rostro hacia el suelo. Adoraron y alabaron al Señor, diciendo: “¡Es bueno! Su amor confiable es eterno”.


Los sacerdotes estaban de pie en sus puestos, y también los levitas, con los instrumentos musicales que el rey David había hecho para dar alabanzas, y que David había utilizado para alabar. Cantaban: “¡Porque su amor fiel es eterno!”. Frente a ellos, los sacerdotes tocaron las trompetas, y todos los israelitas se pusieron de pie.


Tu Templo nos perteneció por un tiempo, pero luego nuestros enemigos lo invadieron y lo destruyeron.


Quemó el Templo del Señor, el palacio real y todos los grandes edificios de Jerusalén.


Mientras deambula en su miseria, Jerusalén piensa en todas las cosas maravillosas que tuvo en los viejos tiempos. Cuando sus enemigos conquistaron a su pueblo, no recibió ninguna ayuda. Sus enemigos se burlaban de ella y se reían de su caída.


¡Cómo ha extendido el Señor la nube de su ira sobre la Hija de Sión! Ha derribado la gloria de Israel del cielo a la tierra. Ha abandonado su Templo desde el momento en que se enojó.


El Señor ha desechado su altar; ha abandonado su Templo. Lo ha entregado al enemigo. Gritaban triunfalmente en el Templo del Señor como lo hacían los adoradores en los días de fiesta.


Dile al pueblo de Israel que esto es lo que dice el Señor Dios: Estoy a punto de hacer impuro mi santuario, ese lugar del que estás tan orgulloso y que crees que te da poder, el lugar que tanto amas, el lugar que te hace feliz. Tus hijos e hijas que dejaste atrás serán muertos por la espada.


“Tú, hijo de hombre, debes saber que cuando yo destruya su fortaleza, que es su orgullo y su alegría, el lugar al que acudían en busca de consuelo y felicidad -y también a sus hijos e hijas-


Entonces el ángel del Señor dijo: “Dios Todopoderoso, ¿cuánto tiempo pasará antes de que tengas misericordia de Jerusalén y de las ciudades de Judá con las que has estado airado por los últimos setenta años?”


Pero Jesús respondió: “¿Ven todos estos edificios? Les digo la verdad: no quedará piedra sobre piedra. ¡Cada una de las piedras que queden serán derribadas!”


Todo el país será un páramo ardiente de azufre y sal. Nada se siembra, es totalmente improductivo; ninguna planta crece allí, como la destrucción de Sodoma y Gomorra, Adma y Zeboiim, que el Señor destruyó en su ardiente ira.


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