5 Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos.
5 Hemos descubierto que este hombre es un alborotador que constantemente provoca disturbios entre los judíos por todo el mundo. Es un cabecilla de la secta conocida como “los nazarenos”.
5 Porque hemos° hallado que este hombre es una peste que promueve altercados entre los judíos por todo el mundo, siendo además cabecilla de la secta de los nazarenos,
5 Hemos descubierto que éste es un hombre pestífero y promotor de tumultos entre todos los judíos dispersos por el mundo, como cabecilla de la secta de los nazarenos.
Amán fue a ver al rey Jerjes y le dijo: “Hay un pueblo particular que vive entre otros en muchos lugares diferentes de las provincias de tu imperio y que se separa de todos los demás. Tienen sus propias leyes, que son diferentes a las de cualquier otro pueblo, y además no obedecen las leyes del rey. Así que no es buena idea que Su Majestad los ignore.
Sin embargo, cuando llegó a la puerta de Benjamín, el capitán de la guardia, que se llamaba Irías, hijo de Selemías, hijo de Jananías, lo detuvo diciendo: “¡Desertas a los babilonios!”
Los oficiales le dijeron al rey: “Este hombre merece morir porque está desmoralizando a los defensores que quedan en la ciudad, y también a todo el pueblo, al decirles esto. Este hombre no trata de ayudar a esta gente, sólo va a destruirla”.
Entonces Amasías, el sacerdote de Betel, envió un mensaje a Jeroboam, rey de Israel, diciendo: “Amós está conspirando contra ustedes en el pueblo de Israel. ¡Lo que dice es insoportable!
ellos deben estar satisfechos con llegar a ser como su maestro, y los siervos como su amo. Si a quien es la cabeza del hogar le han llamado demonio Belcebú, ¡aún más llamarán demonios a los demás miembros de esta casa!
Allí comenzaron a acusarlo. “Encontramos a este hombre engañando a nuestra nación, diciéndole a la gente que no pagara los impuestos al César, y declarándose a sí mismo como el Mesías, como un rey”, dijeron.
Pero sufrieron oposición de parte de algunos de los creyentes que pertenecían a la división de los Fariseos. Ellos decían: “Estos conversos tienen que circuncidarse e instruirse para que observen la ley de Moisés”.
“¡Hombres de Israel, vengan a ayudarnos!” gritaron. “Este es el hombre que está enseñando por todas partes para que se opongan a nuestro pueblo, a la Ley y al Templo. Además ha traído griegos al Templo, contaminando este lugar santo”.
Hasta ese momento la gente había escuchado lo que Pablo decía, pero entonces comenzaron a gritar: “¡Eliminen a este hombre de la tierra! ¡No merece vivir!”
“Pero le admitiré esto: Sirvo al Dios de nuestros padres, siguiendo las creencias de El Camino, a lo que ellos llaman una secta hereje. Yo creo en todo lo que la ley enseña y lo que está escrito en los libros de los profetas.
Me han conocido por mucho tiempo y pueden verificar, si eligen hacerlo, que he seguido la escuela religiosa que observa nuestra fe, de la manera más estricta. Pues vivía como Fariseo.