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Habacuc 1:9 - Versión Biblia Libre

9 Aquí vienen, con toda la intención de causar violencia. Sus ejércitos avanzan para atacar por el frente tan rápidamente como el viento del desierto, y son como la arena cuando salen a caprturar a los prisioneros.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

9 Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como arena.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 »Vienen sin tregua, decididos a la violencia. Sus multitudes avanzan como el viento del desierto, barriendo cautivos a su paso como si fueran arena.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 sus jinetes galopan y vienen desde lejos, vuelan como el águila que se precipita sobre su presa. Se lanzan juntos al asalto, sin mirar más que a su presa, y amontonan los cautivos como arena.

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Todos ellos vienen en son de violencia. Sus rostros están fijos hacia el viento del oriente, y recogen cautivos como arena.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Vienen todos para hacer violencia, con rostros ardientes como viento solano, amontonan cautivos como arena.

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Habacuc 1:9
22 Referans Kwoze  

José apiló tanto grano que era como la arena de la orilla del mar. Eventualmente dejó de llevar registros porque había mucho.


Por ese tiempo, Jazael, rey de Aram, fue a atacar Gat y la capturó. Luego marchó para atacar a Jerusalén.


Pensé que moriría en casa, después de muchos años.


Si intentara contarlos, serían más que los granos de al arena en la playa. Sin embargo, cuando me levanto sigo contigo.


Se ocupó de ellos enviándolos al exilio, desterrándolos. Los expulsó con su poderosa fuerza, como cuando sopla el viento del este.


Habrá más viudas que la arena del mar. Traeré un destructor al mediodía y las madres perderán a sus hijos pequeños. De repente experimentarán agonía y conmoción.


miren cómo convoco a todo el pueblo del norte, declara el Señor. Voy a enviar a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, para que ataque a este país y a la gente que vive aquí, y a todas las naciones de los alrededores. Los destinaré a la destrucción. Voy a destruirte totalmente, y la gente se horrorizará de lo que te ha ocurrido y se burlará de ti.


¡Escuchen! Yo daré la orden, declara el Señor, y los haré volver a Jerusalén. La atacarán, la capturarán y la quemarán. Voy a destruir las ciudades de Judá para que nadie viva allí.


En ese momento se le dirá al pueblo de Jerusalén: “Un viento ardiente de las colinas desnudas del desierto está soplando hacia Jerusalén, pero no para llevarse la paja o el polvo.


Un león ha salido de su escondite; un destructor de naciones ha salido. Ha salido de su guarida para venir a convertir tu país en un páramo. Tus ciudades serán demolidas, y nadie vivirá en ellas.


Incluso si se trasplanta, ¿sobrevivirá? ¿No se marchitará por completo cuando sople el viento del este? De hecho, se marchitará justo donde fue plantada’”.


Pero fue arrancado con ira y arrojado al suelo. El viento del este sopló y secó sus frutos. Sus fuertes ramas fueron despojadas de sus hojas y se marchitaron. Luego se quemaron en el fuego.


Estará decidido a venir con todo el poder de su reino y hará un tratado de paz con el rey del sur. Para asegurarlo, le dará una hija de mujer para que se case con él con el fin de destruir el reino. Pero ella no tendrá éxito y no lo apoyará.


Sin embargo, el número de habitantes del pueblo de Israel será como la arena del mar, que no podrá medirse ni contarse. Entonces, justo en el lugar donde se les dijo ‘Ya no son mi pueblo’ se les llamará ‘los hijos del Dios vivo’.


Aunque prospere entre los juncos, un viento del este vendrá, un viento del Señor que se origina en el desierto secará sus fuentes y sus pozos se romperán. Yo robaré de su tesorería todo lo que tenga valor.


¿Seguirán acaso sacando sus espadas para siempre, matando a las naciones sin piedad?


¡Mira! Yo levantaré a Babilonia, y serán un pueblo cruel y salvaje que andará por el mundo conquistando otras tierras.


Isaías clama, respecto a Israel: “Aun cuando los hijos de Israel han llegado a ser tantos como la arena del mar, solo unos cuantos se salvarán.


Los madianitas, los amalecitas y todos los pueblos de Oriente llenaban el valle como una nube de langostas, y en cuanto a sus camellos, eran tan incontables como la arena de la orilla del mar.


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