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Ezequiel 43:3 - Versión Biblia Libre

3 La visión que vi era igual a la que había visto cuando vino a destruir la ciudad de Jerusalén y como las visiones que había visto junto al río Quebar. Caí de bruces en el suelo.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 Y el aspecto de lo que vi era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Esta visión fue igual a las otras que yo había tenido, primero junto al río Quebar y después cuando él vino a destruir Jerusalén. Caí con el rostro en tierra

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Esa visión era semejante a la que había tenido cuando Yavé llegó para destruir la ciudad; también era parecida a la visión que había tenido a orillas del río Quebar; me tiré de bruces al suelo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y el aspecto de la visión que vi era como aquella visión que vi cuando vine° a destruir la ciudad, y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; entonces me postré sobre mi rostro.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 La visión que yo vi era como la visión que yo había visto cuando vino a destruir la ciudad. En los detalles era como la visión que yo había visto junto al río Quebar. Y caí rostro en tierra.

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Ezequiel 43:3
13 Referans Kwoze  

Hoy te he puesto sobre naciones y reinos para arrancar y derribar, para destruir y demoler, para construir y plantar”.


Así que me levanté y fui al valle, y allí vi la gloria del Señor. Era como la gloria que había visto junto al río Quebar. Caí de bruces en el suelo.


“Hijo de hombre, llora por todos los numerosos egipcios. Envíalos junto con la gente de las naciones poderosas a las profundidades de la tierra con los que bajan a la tumba.


El hombre me llevó al frente del Templo por la puerta norte. Al mirar, vi la gloria del Señor llenando su Templo, y caí con el rostro en tierra.


Allí vi la gloria del Dios de Israel, igual que en la visión que había tenido en el valle.


Entonces le oí gritar con voz potente: “¡Comiencen el ataque, ustedes los encargados de castigar a Jerusalén! Recojan sus armas”.


Pero ciertamente no seré amable con ellos ni tendré piedad. Me aseguraré de que sufran las consecuencias de lo que han hecho”.


La gloria del Dios de Israel se levantó de su lugar habitual sobre los querubines y se dirigió a la entrada del Templo. El Señor llamó al hombre vestido de lino con el estuche de escritura:


Entonces le oí decir a los demás: “Síganle por toda la ciudad y comiencen a matar a la gente. No tengan piedad ni misericordia de nadie.


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