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Ezequiel 1:3 - Versión Biblia Libre

3 un mensaje del Señor fue dado al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi, en la tierra de Babilonia junto al río Quebar. Allí le llegó el poder del Señor).

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Biblia Reina Valera 1960

3 vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 (El Señor le dio este mensaje al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi, junto al río Quebar, en la tierra de los babilonios; y él sintió que la mano del Señor se apoderó de él).

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 la palabra de Yavé fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi, en el país de los caldeos, a orillas del río Quebar.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 el sacerdote Ezequiel ben Buzi tuvo revelación expresa de YHVH en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Allí estuvo sobre mí la mano de YHVH,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 la palabra de Yahveh le fue dirigida a Ezequiel, hijo de Buzí, sacerdote, en el país de los caldeos, a orillas del río Quebar, y allí se dejó sentir sobre él la mano de Yahveh.

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Ezequiel 1:3
23 Referans Kwoze  

El Señor le dio su poder a Elías: se metió el manto en el cinturón y corrió delante de Acab hasta Jezrel.


Ahora tráeme un músico”. Mientras el músico tocaba, el poder del Señor cayó sobre Eliseo,


Cuando nos sentábamos a orillas de los ríos de Babilonia, llorábamos al recordar a Sión.


El mensaje del Señor llegó a Jeremías a partir del año trece del reinado de Josías, hijo de Amón, rey de Judá,


Pero si ustedes argumentan: “El Señor nos ha provisto de profetas en Babilonia”,


El quinto día del cuarto mes del trigésimo año, yo estaba con los otros exiliados junto al río Quebar. Los cielos se abrieron y vi visiones de Dios.


Entonces los querubines se elevaron en el aire. Eran los seres que había visto junto al río Quebar.


Pero yo lo atraparé en mi red; lo atraparé en mi trampa. Lo llevaré a Babilonia, al país de Babilonia. Sin embargo, no lo verá, y allí morirá.


Como dije, el Espíritu me levantó y me llevó. Mientras avanzaba, me sentía molesto y enojado; sin embargo, el poder del Señor había tomado pleno control de mí.


Llegué al lugar donde vivían los exiliados, Tel-abib, junto al río Quebar. Me senté con ellos, permaneciendo allí durante siete días. La emoción me invadió por completo.


El poder del Señor se apoderó de mí allí, y me dijo: “¡Levántate! Ve al valle, y allí te hablaré”.


Así que me levanté y fui al valle, y allí vi la gloria del Señor. Era como la gloria que había visto junto al río Quebar. Caí de bruces en el suelo.


La noche anterior, antes de que llegara el mensajero, el Señor me había tocado para que pudiera volver a hablar. Esto fue antes de que el hombre viniera a verme por la mañana. Ya no estaba mudo; podía volver a hablar.


El Señor me recogió y me llevó con su Espíritu. Me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos.


Al principio del año, el día diez del mes del vigésimo quinto año de nuestro exilio, (catorce años después de la toma de Jerusalén), fue el día exacto en que el poder del Señor vino sobre mí y me llevó allí a la ciudad.


La visión que vi era igual a la que había visto cuando vino a destruir la ciudad de Jerusalén y como las visiones que había visto junto al río Quebar. Caí de bruces en el suelo.


El quinto día del sexto mes del sexto año, yo estaba sentado en mi casa con los ancianos de Judá y el poder del Señor Dios se apoderó de mí allí.


El día veinticuatro del primer mes estaba yo en la orilla del gran río Tigris.


El Señor envió un mensaje a Oseas, hijo de Berí, en el tiempo en que Uzías, Jotam, y Acaz eran los reyes de Judá. Y Jeroboam, hijo de Joás era el rey de Israel.


El Señor envió un mensaje a través de Joel, hijo de Petuel.


Sin embargo, el Espíritu explica muy claramente que en los últimos tiempos algunos abandonarán su fe en Dios, y escucharán espíritus engañadores y creencias que provienen de demonios.


pues ninguna profecía tuvo su origen en las ideas humanas, sino que los profetas hablaron por Dios, siendo movidos por el Espíritu Santo.


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