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2 Crónicas 34:9 - Versión Biblia Libre

9 Fueron a ver al sumo sacerdote Hilcías y le dieron el dinero que se había llevado al Templo de Dios. Los levitas de las entradas habían recogido este dinero del pueblo de Manasés y Efraín, de lo que quedaba del pueblo de Israel, así como las contribuciones de Judá, Benjamín y el pueblo de Jerusalén.

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Biblia Reina Valera 1960

9 Vinieron estos al sumo sacerdote Hilcías, y dieron el dinero que había sido traído a la casa de Jehová, que los levitas que guardaban la puerta habían recogido de mano de Manasés y de Efraín y de todo el remanente de Israel, de todo Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Estos hombres le dieron al sumo sacerdote Hilcías el dinero que habían recaudado los levitas que servían como porteros en el templo de Dios. Las ofrendas las traían la gente de Manasés, de Efraín y los que quedaban de Israel; al igual que la gente de todo Judá, de Benjamín y de Jerusalén.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Fueron, pues, donde el sumo sacerdote Helquías y le entregaron el dinero traído a la Casa de Dios, es decir, todo lo que los levitas y porteros habían recibido de Manasés y de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín y de los habitantes de Jerusalén.

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Y fueron al sumo sacerdote Hilcías, y le dieron el dinero recaudado en la Casa de YHVH, que los levitas porteros de la entrada habían recibido de mano de los de Manasés, y de Efraín, y de todo el resto de Israel, y de todo Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalem.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Se presentaron, pues, al sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero aportado al templo de Dios, que los levitas y porteros habían recogido de manos de Manasés, de Efraín, y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén.

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2 Crónicas 34:9
13 Referans Kwoze  

Entonces el rey ordenó al sumo sacerdote Jilquías, a los sacerdotes de segundo rango y a los porteros que sacaran del Templo del Señor todo lo que se había hecho para Baal, Asera y la adoración del sol, la luna y las estrellas. Los quemó fuera de Jerusalén, en los campos de Cedrón, y llevó sus cenizas a Betel.


Los mensajeros fueron de pueblo en pueblo por toda la tierra de Efraín y Manasés hasta Zabulón; pero la gente se reía de ellos y se burlaba.


La mayoría del pueblo, muchos de los de Efraín, Manasés, Isacar y Zabulón, no se habían purificado. Sin embargo, comieron la cena de la Pascua a pesar de que no era lo que exigía la Ley, pues Ezequías había orado por ellos, diciendo: “Que el buen Señor perdone a todos los


Cuando todo esto terminó, los israelitas que estaban allí fueron a las ciudades de Judá y destrozaron las columnas paganas, cortaron los postes de Asera y destruyeron los lugares altos y los altares en todo Judá y Benjamín, así como en Efraín y Manasés, hasta que los demolieron todos por completo. Después de eso, todos se fueron a sus respectivas ciudades.


Lo entregaron a los que supervisaban los trabajos de reparación del Templo del Señor, que a su vez pagaban a los obreros que hacían la restauración y la reparación.


El escriba Safán le dijo al rey: “El sacerdote Hilcías me dio este libro”. Safán se lo leyó al rey.


Entonces dio las siguientes órdenes a Hilcías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miqueas, al escriba Safán y a Asaías, ayudante del rey:


Hilcías y los que el rey había seleccionado fueron a hablar con la profetisa Hulda, esposa de Salum, hijo de Tojat, hijo de Hasra, guardián del armario. Vivía en Jerusalén, en el segundo barrio de la ciudad.


Sus funcionarios contribuyeron libremente con el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Hilcías, Zacarías y Jehiel, que estaban a cargo del Templo de Dios, dieron a los sacerdotes como ofrendas de Pascua 2.600 corderos de Pascua y 300 toros.


Por último, piensen en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo recto, todo lo puro, todo lo que es bello, todo lo que es elogiable, todo lo que en verdad es digno de alabanza.


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