Por aquel tiempo, algunos fueron hasta Jesús y le contaron que Pilatos, el gobernador romano, había mandado matar a varios hombres de la región de Galilea; esto les había sucedido mientras ellos estaban en el templo ofreciendo sacrificios a Dios y la sangre de ellos se mezcló con la sangre de los sacrificios.
Acuérdense de aquellos dieciocho que murieron cuando se les cayó encima la torre que se derrumbó en Siloé. ¿Ustedes piensan que eso les pasó porque eran más pecadores que todos los habitantes de Jerusalén?
Cuando los nativos vieron a la serpiente colgada de la mano de Pablo, dijeron: – Este hombre debe ser un asesino, porque aunque se salvó de morir ahogado en el mar por el naufragio, la diosa de la justicia no lo deja vivir.