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Jeremías 24:2 - Palabra de Dios para ti 2022

2 Una cesta tenía higos muy buenos, como brevas, y la otra cesta tenía higos tan malos que no se podían comer.

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Biblia Reina Valera 1960

2 Una cesta tenía higos muy buenos, como brevas; y la otra cesta tenía higos muy malos, que de malos no se podían comer.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Una canasta estaba llena de higos frescos y maduros, mientras que la otra tenía higos malos, tan podridos que no podían comerse.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Un canasto tenía higos muy buenos, como son los primeros que maduran; el otro tenía higos podridos, tan malos que no se podían comer.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Una cesta tenía higos muy buenos, como brevas, y la otra cesta tenía higos tan malos, que de malos no se podían comer.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Una cesta tenía higos muy buenos, como brevas, la otra cesta, higos muy malos, que de tan malos no se podían comer.

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Jeremías 24:2
11 Referans Kwoze  

¿Qué más se podía hacer a mi viña que Yo no hice en ella? ¿Por qué cuando esperaba que diera uvas dio uvas silvestres?


Ciertamente la viña de Yavé de las huestes es la Casa de Israel, y los hombres de Judá su planta deliciosa. Yavé esperaba equidad, pero ve derramamiento de sangre. Esperaba justicia, pero oye un clamor de aflicción.


Yavé de las huestes dice: Ciertamente Yo envío contra ellos la espada, el hambre y la pestilencia. Los pondré como los higos malos, que por ser tan malos no se pueden comer.


Como uvas en el desierto hallé a Israel. Como la fruta temprana de la higuera encontré a sus antepasados. Pero ellos fueron a Baal-peor y se apartaron para vergüenza. Fueron tan repugnantes como aquello que amaron.


¡Ay de mí! Porque soy como el último de los frutos de verano, como el rebusco después de la cosecha, cuando ya no queda racimo que comer. Mi alma deseó el fruto maduro.


Tus plazas fortificadas son como higueras cargadas de higos maduros, que al sacudirlas caen en la boca que los come.


Las primicias de todos los productos de su tierra, las cuales traen a Yavé, serán tuyas. Todo el que esté purificado en tu casa podrá comer de ellas.


Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué será salada? Ya para nada es buena, sino para que se eche fuera y la pisoteen los hombres.


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