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Zacarías 1:8 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

8 Vi en la noche a un hombre montado sobre un caballo alazán que estaba entre los mirtos, en medio de un valle. Detrás de él había otros caballos: alazanes, bayos y blancos, cada uno con su jinete.

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Biblia Reina Valera 1960

8 Vi de noche, y he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo alazán, el cual estaba entre los mirtos que había en la hondura; y detrás de él había caballos alazanes, overos y blancos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 En una visión durante la noche, vi a un hombre montado en un caballo rojo que estaba entre unos arrayanes en un pequeño valle. Detrás de él había jinetes en caballos rojos, marrones y blancos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 He tenido una visión esta noche: Había un hombre montado en un caballo rojo que estaba en medio de los arrayanes, de raíces muy profundas. Lo seguían caballos rojos, alazanes, negros y blancos. Yo entonces pregunté '¿Qué son éstos, Señor?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Vi de noche, y he aquí un varón cabalgaba sobre un caballo bermejo, el cual estaba entre los mirtos de la hondonada, y detrás de él había caballos bermejos, alazanos y blancos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 he tenido una visión durante la noche: había un hombre, montado en un caballo alazán, entre los mirtos que hay en la hondonada. Detrás de él había caballos alazanes, castaños y blancos.

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Zacarías 1:8
26 Referans Kwoze  

Pero esa noche Dios se le apareció a Abimélec en sueños, y le dijo: ―Eres hombre muerto, porque la mujer que tomaste tiene marido.


Aquella noche Dios le habló en visión: ―¡Jacob, Jacob! ―¿Qué quieres, Señor? —respondió.


Esa noche, el Señor se le apareció en un sueño, y le dijo: ―Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré.


Había dicho, además, que se debían hacer proclamas en todas las ciudades de la tierra, especialmente en la ciudad de Jerusalén, diciendo a la gente que fuera a los montes a buscar ramas de oliva, de arrayán, de palmera y de todo árbol frondoso, para hacer enramadas en las que vivirían durante los días de la fiesta.


Me llegó en visión nocturna, mientras los demás dormían.


Mi amado es mío y yo soy suya. Él está apacentando entre los lirios.


Mi amado ha bajado a su huerto, a sus lechos de especias, a apacentar su rebaño y a recoger lirios.


Yo plantaré árboles —cedros, mirtos, olivos, cipreses, abetos y pinos— en la tierra estéril.


Donde hubo espinos crecerán abetos, donde crecían zarzas brotarán mirtos. Este milagro engrandecerá mucho el nombre del Señor y será eterna señal del poder y del amor de Dios.


El que es alto y excelso y habita la eternidad, aquel cuyo nombre es santo, dice así: Yo moro en aquel elevado y santo sitio, pero también estoy donde habitan los pobres y los afligidos, y a ellos les doy ánimo y aliento.


Y esa noche, en una visión, Dios le reveló a Daniel lo que el rey había soñado. Entonces Daniel alabó al Dios del cielo,


»Luego seguí viendo en mis visiones nocturnas. Vi la llegada de uno que parecía un hombre ordinario, ¡traído sobre nubes del cielo! Se acercó al Anciano cargado de años y lo llevaron ante él.


«En mi sueño vi una gran tormenta sobre el océano, con fuertes vientos que soplaban de todas las direcciones.


Entonces el jinete del caballo alazán, que estaba entre los mirtos, me dijo: «A estos caballos el Señor los ha enviado a recorrer la tierra».


Entonces los demás jinetes informaron al ángel del Señor: «Hemos recorrido toda la tierra, y en todo lugar hay paz y prosperidad».


En el día veinticuatro del mes onceavo, el mes llamado sebat, del segundo año del reinado de Darío, el Señor le habló a Zacarías hijo de Berequías y nieto de Idó. Lo hizo con estas palabras.


»El Señor Todopoderoso exclama: ¡Mi espada será lanzada contra mi pastor, contra aquel que había hecho mi compañero de confianza! ¡Herido el pastor, entonces las ovejas se dispersarán! ¡Yo mismo me encargaré de matar a los corderitos!


El Señor les dijo: ―Hasta con un profeta me comunicaría con visiones y sueños;


Un día que Josué recorría los alrededores de la ciudad de Jericó apareció un hombre junto a él con una espada desenvainada. Josué se dirigió a él y le preguntó: ―¿Eres amigo o enemigo?


»Escríbele al ángel de la iglesia en Éfeso: El que anda en medio de los siete candeleros y el que tiene las siete estrellas en su mano derecha te manda este mensaje:


Obedecí. Y apareció un caballo blanco. El jinete, que tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante a obtener más victorias.


Esta vez apareció un caballo rojo. El jinete recibió una gran espada y autorización para acabar con la paz en la tierra y hacer que por todas partes hubiera guerras y muertes.


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