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Zacarías 1:6 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

6 Pero se cumplió en ellos todo lo que les advertí por medio de mis profetas. Sí, el castigo anunciado cayó sobre ellos. Entonces al fin se arrepintieron. “Hemos recibido del Señor Todopoderoso lo que merecían nuestras malas acciones”, dijeron. “El Señor hizo lo que nos había advertido que haría”».

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Biblia Reina Valera 1960

6 Pero mis palabras y mis ordenanzas que mandé a mis siervos los profetas, ¿no alcanzaron a vuestros padres? Por eso volvieron ellos y dijeron: Como Jehová de los ejércitos pensó tratarnos conforme a nuestros caminos, y conforme a nuestras obras, así lo hizo con nosotros.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Pero todo lo que dije por medio de mis siervos, los profetas, les ocurrió a sus antepasados, tal como lo dije. En consecuencia, ellos se arrepintieron y dijeron: ‘Hemos recibido lo que merecíamos del Señor de los Ejércitos Celestiales. Él ha hecho lo que dijo que haría’”».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Pero mis palabras y mis órdenes que yo había dado a mis servidores, los profetas, se cumplieron en sus padres de tal manera que volvieron a mí y reconocieron: Yavé de los Ejércitos nos ha tratado como lo había resuelto, conforme a nuestra conducta y manera de proceder.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Pero mis palabras y mis preceptos que ordené por medio de mis siervos los profetas, ¿no alcanzaron a vuestros padres? Entonces se convirtieron diciendo: Tal como YHVH Sebaot se propuso hacer con nosotros a causa de nuestros caminos y de nuestras obras, así ha hecho con nosotros.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Pero mis palabras y mis preceptos, que encomendé a mis siervos los profetas, ¿no llegaron, acaso, a vuestros padres? Por eso se convirtieron y dijeron: 'Yahveh Sebaot obró con nosotros según nuestra conducta y nuestras acciones, como había determinado hacer'.

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Zacarías 1:6
46 Referans Kwoze  

De esta manera se cumplió la afirmación que el Señor había hecho a Jehú: «Tu hijo, tu nieto y tu bisnieto serán reyes de Israel».


No me presumas culpable, pues soy un hombre recto. No seas tan injusto.


Sólo unos cuantos de sus aguerridos arqueros sobrevivirán». El Señor, el Dios de Israel, ha hablado.


Pero lo que mis profetas dicen, eso hago. Si dicen que Jerusalén será librada y las ciudades de Judá volverán a ser habitadas, así será.


¡Oigan! ¿Alguien tiene sed? ¡Que venga y beba, aunque no tenga dinero! ¡Vengan, elijan el vino y la leche que gusten: todo es gratis!


así es mi palabra. Yo la envío y siempre produce fruto. Realiza cuanto yo quiero y prospera en dondequiera la envíe.


La terrible cólera del Señor no se aplacará hasta que haya ejecutado todo el castigo planeado. Más adelante comprenderán mejor lo que les estoy diciendo.


Pero una cosa sí les digo: Si me matan serán culpables de la muerte de un inocente, y la responsabilidad recaerá sobre esta ciudad y cuantos en ella viven, porque es absolutamente cierto que el Señor fue quien me envió a decir cada una de las palabras que de mí han oído.


Y en efecto, dos meses después murió Jananías.


Mira cómo se han elevado los montículos de asalto contra las murallas de la ciudad, y cómo los babilonios tomarán la ciudad por el poder de sus ejércitos, por el hambre y la enfermedad. Todo ha ocurrido como tú dijiste, como planeaste que ocurriera.


Consigue otro rollo y escribe todo de nuevo igual que hiciste primero,


Mándale decir a Ebedmélec el etíope: El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Cumpliré todas mis amenazas contra esta ciudad; la destruiré ante tus ojos,


Dediquen al Señor su mente y corazón, y no sólo su cuerpo como lo simbolizan al cortar parte de la piel del pene, o de otro modo mi cólera se encenderá y con ella los castigaré tanto que parecerá como un incendio que no se puede apagar.


El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Ustedes vieron lo que les hice a Jerusalén y a todas las ciudades de Judá. Como consecuencia de sus actos de maldad yacen ahora en ruinas y cenizas, sin persona viva. Pues mi cólera se descargó contra ellas porque adoraron a otros dioses, «dioses» que ni ellos ni ustedes ni ninguno de sus antepasados conoció jamás.


Únicamente los que vuelvan a Judá (será sólo un pequeño grupo de sobrevivientes) escaparán a mi cólera, pero todos los que se nieguen a regresar —quienes insistan en vivir en Egipto— descubrirán quién dice la verdad, si yo o ellos.


Y esta es la prueba que les doy de que todas mis amenazas se cumplirán en ustedes, y de que los castigaré aquí:


Así es que hicieron hervir mi cólera y mi furia, las que solté contra ustedes y las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén como si fueran fuego, de modo que por eso allí hay desolación hasta el día de hoy.


Por lo tanto, esto es lo que Dios, el Señor de los ejércitos, dice a sus profetas: Por murmuraciones así tomaré sus palabras y predicciones y haré que se cumplan en sus vidas con el efecto que causa un terrible incendio, el cual los consumirá como si fueran simples trozos de madera.


Confieso que el Señor tiene razón, pues me he rebelado en su contra. ¡Oigan, les ruego, pueblos de todas partes, vean mi dolor, pues mis muchachos y señoritas han sido llevados como esclavos a tierras lejanas!


El Señor es quien llevó a cabo lo que había planeado. Cumplió las promesas de desastre que hizo hace mucho tiempo. Destruyó a Jerusalén sin piedad y ha permitido que sus enemigos se rían de ella y presuman delante de ella su poder.


¡Hemos actuado muy mal, hemos sido muy tercos, pero tú no has perdonado!


Entonces se acordarán de sus maldades y se avergonzarán y sentirán remordimientos a causa de todo el mal que han hecho.


Luego el Señor me explicó lo que la visión significaba: «Estos huesos, me dijo, representan a todo el pueblo de Israel. Ellos dicen: “¡Hemos llegado a ser como un montón de huesos secos; toda esperanza se ha ido de nosotros!”.


Entonces todas estas cosas le sucedieron a Nabucodonosor.


Oye este anuncio, Israel, pues te doy a conocer lo que te pasará: Cuando tu día de juicio y castigo venga, llegarás a ser sólo un montón de escombros.


El Señor dice: «Toda su maldad comenzó en Guilgal; allí yo comencé a odiarlos. Yo los expulsaré de mi tierra por causa de su idolatría. No los amaré más, pues todos sus jefes son rebeldes a mí.


En cambio, sí morirán en batalla todos estos malvados que dicen: “Dios no nos tocará; ninguna desgracia tendremos que sufrir nosotros”.


En el día veinticuatro del mes onceavo, el mes llamado sebat, del segundo año del reinado de Darío, el Señor le habló a Zacarías hijo de Berequías y nieto de Idó. Lo hizo con estas palabras.


Entonces verán ustedes la diferencia entre el tratamiento que Dios proporciona a los buenos y a los malos, entre los que le respetan y viven de acuerdo a sus instrucciones y los que no lo hacen.


Dios no es hombre para que mienta; él no se arrepiente como los hombres. ¿Ha prometido alguna vez sin cumplir lo que ha dicho?


»Pero si no cumplen lo que han prometido, pecarán contra el Señor, y pagarán las consecuencias.


Entonces yo los destruiré a ustedes en vez de destruirlos a ellos».


El cielo y la tierra desaparecerán, pero mis palabras permanecerán, para siempre.


»Si no escuchas al Señor tu Dios y no obedeces estas leyes que te doy en este día, todas estas maldiciones vendrán sobre ti: »Maldito sea en la ciudad; maldito sea en el campo. »Maldiciones en las frutas y en el pan. »Maldición de matrices estériles. »Maldición sobre tus cosechas. »Maldiciones sobre la fertilidad de tus ovejas y vacas. »Maldiciones cuando entres; maldiciones cuando salgas.


Estas son las bendiciones que vendrán sobre ti: »Bendito serás en la ciudad; bendito serás en el campo. »Tendrás muchos niños; abundantes cosechas; grandes rebaños de ovejas y vacas. »Bendiciones de fruta y pan. »Bendiciones cuando entres; bendiciones cuando salgas.


»Porque el Señor mismo enviará su maldición sobre ti. Estarás confuso y fracasarás en todo lo que hagas, hasta que seas destruido por el pecado de haber abandonado a tu Dios.


»Todas estas maldiciones te perseguirán hasta que seas destruido por haber rechazado la palabra del Señor tu Dios.


Pero ustedes, hermanos, no están en la oscuridad para que ese día los sorprenda como un ladrón.


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