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Salmos 137:1 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

1 Llorando nos sentábamos junto a los ríos de Babilonia pensando en Sion.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

1 Junto a los ríos de Babilonia, Allí nos sentábamos, y aun llorábamos, Acordándonos de Sion.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Junto a los ríos de Babilonia, nos sentamos y lloramos al pensar en Jerusalén.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Al borde de los canales de Babilonia nos sentábamos y llorábamos

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos, Acordándonos de Sión.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 A la orilla de los ríos de Babel estábamos sentados y llorábamos, recordando a Sión.

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Salmos 137:1
27 Referans Kwoze  

Luego, allí junto al río Ahava, proclamé un ayuno, para humillarnos delante de nuestro Dios. Le pedimos que nos diera un buen viaje y nos protegiera, junto con nuestros hijos y los bienes con los que viajábamos.


Levantamos el campamento que estaba junto al río Ahava, y salimos rumbo a Jerusalén el día doce del mes primero. Dios nos protegió y nos libró de enemigos y bandidos a lo largo del camino.


pero le respondí: ―¡Deseo larga vida a Su Majestad! Pero, ¿cómo no voy a estar triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados está en ruinas, y sus puertas están quemadas?


Mi corazón se consume en la tristeza al recordar aquellos tiempos —¡cómo olvidarlos!— cuando guiaba a una gran multitud hacia el templo en días de fiesta, cantando con gozo, alabando al Señor.


¡Regocíjense con Jerusalén, alégrense con ella todos cuantos la aman, los que por ella han llorado!


Lleva el cinturón al río Éufrates y escóndelo en un hueco en las rocas.


No he participado de los alegres festines del pueblo, más bien me he apartado de ellos enojado por sus malas conductas, lleno de indignación. ¿No dejarán jamás de perseguirme? ¡Es que a veces siento que no hay remedio para mis males y en ocasiones te siento indiferente a mi dolor!».


¡Oh puerto lleno de riquezas, gran centro mercantil, ya te llegó tu hora, hoy se rompe el hilo del que pende tu vida!


Escuchen el llanto de mi pueblo por toda la tierra: «¿En dónde está el Señor?», preguntan, «¿nos ha abandonado Dios?». ¡Ay! ¿Por qué me han provocado con sus ídolos labrados y sus perversos ritos extraños?, responde el Señor.


No tengo a nadie que me consuele, los que me pueden animar están lejos de aquí. Mis hijos están abandonados porque el enemigo nos conquistó.


¡Clama al Señor, Jerusalén! ¡Oh bella ciudad amurallada, capital de Sion! ¡Que tus lágrimas corran con abundancia! ¡No dejes de llorar ni de día ni de noche!


Me la paso llorando al ver la destrucción de mi pueblo.


Estoy lleno de dolor al ver todo lo que les está pasando a las mujeres de Jerusalén.


Ezequiel, hijo de Buzí, era un sacerdote que vivía con los exiliados judíos junto al río Quebar, en Babilonia. El recibió de parte de Dios visiones que le mostraban lo que acontecería en los próximos meses y años.


fue cuando empecé a recibir visiones y mensajes de parte del Señor.


Llegamos a Tel Aviv, donde estaban los israelitas deportados, junto al río Quebar. Al llegar me senté entre ellos, abrumado y atónito, durante siete días.


Así que rogué a Dios el Señor. Oré, ayuné y me vestí con ropas ásperas, sentándome en ceniza.


Cuando Jesús estaba cerca de Jerusalén y vio la ciudad, lloró por ella.


Y enviaré a mis dos testigos para que profeticen durante mil doscientos sesenta días vestidos de luto».


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