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Salmos 13:3 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

3 Respóndeme, oh Señor, Dios mío. ¡Devuélveles la luz a mis ojos!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Vuélvete hacia mí y contéstame, ¡oh Señor mi Dios! Devuélvele el brillo a mis ojos, o moriré.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 ¡Señor, Dios mío, mírame y respóndeme! Ilumina mis ojos para que no me duerma con los muertos,

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 ¡Considera, oh YHVH, Dios mío, y respóndeme! Alumbra mis ojos, para que no duerma el sueño de la muerte,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 ¿Hasta cuándo he de albergar afanes en mi alma, pesar en mi corazón, día tras día? ¿Hasta cuándo prevalecerán sobre mí mis enemigos?

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Salmos 13:3
15 Referans Kwoze  

»Pero ahora, por breve instante, tú has tenido misericordia de nosotros al permitir que algunos de nosotros regresemos a Jerusalén. Nos has dado un momento de gozo y una nueva vida en medio de nuestra esclavitud.


Mira mis penas y líbrame, pues no he olvidado tu ley.


Has encendido mi lámpara. Has convertido mis tinieblas en luz.


Mira cuántos son mis enemigos y cuán tremendo es su odio contra mí.


Irradio gozo por tu misericordia; porque me has escuchado en mis tribulaciones y has visto las crisis de mi espíritu.


Escucha, Señor, mis oraciones; toma en cuenta mis gemidos


Y ahora, Señor, ten misericordia de mí; mira como padezco a manos de quienes me odian. Señor, sácame de las fauces de la muerte.


Y mientras yacen embriagados de vino, yo les prepararé otra fiesta, y haré que beban hasta que caigan en tierra sin sentido, a dormir para siempre, para no despertar jamás, dice el Señor.


Yo embriagaré a sus príncipes, sabios, gobernantes, capitanes y guerreros. ¡Caerán dormidos para no despertar más!, dice el Rey, cuyo nombre es el Señor de los ejércitos.


¡Oh Señor, acuérdate de lo que nos ha pasado; mira todo lo que aun tenemos que soportar!


es la luz que alumbrará a las naciones y la gloria de tu pueblo Israel».


La ciudad no necesita que el sol ni la luna la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera.


Sin embargo, Jonatán, que no había oído la orden de su padre, sacó miel de un panal con un palo, y cuando terminó de comerla se sintió con más fuerzas.


«¡A quién se le ocurre! —exclamó Jonatán—. Un mandamiento de este tipo solamente nos perjudica. Me siento mejor ahora que he comido este poco de miel.


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