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Nehemías 2:20 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

20 Pero yo les contesté: ―El Dios del cielo nos ayudará, y nosotros, sus siervos, reedificaremos los muros. Ustedes no tienen autoridad sobre nosotros, pues no tienen ninguna herencia en Jerusalén, ni hacen parte de su historia.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

20 Y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

20 Yo contesté: —El Dios del cielo nos ayudará a tener éxito. Nosotros, sus siervos, comenzaremos a reconstruir esta muralla; pero ustedes no tienen ninguna parte ni derecho legal o reclamo histórico en Jerusalén.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

20 Pero yo les respondí con seriedad: 'El Dios del Cielo hará que tengamos éxito, pues somos sus servidores, por eso vamos a empezar el trabajo. Ustedes en cambio no tienen ni derecho ni herencia ni ningún recuerdo en Jerusalén'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

20 Y les respondí diciendo: El Dios de los cielos nos prosperará; por tanto nosotros, sus siervos, nos levantaremos y edificaremos, pero vosotros no tenéis parte, ni derecho, ni memoria en Jerusalem.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

20 Yo les respondí: 'El Dios del cielo nos hará triunfar. Nosotros, sus siervos, vamos a comenzar la reconstrucción. Pero vosotros no tendréis parte ni derecho ni recuerdo alguno en Jerusalén'.

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Nehemías 2:20
21 Referans Kwoze  

Mientras Zacarías vivía, Uzías siempre tuvo deseos de agradar a Dios. Zacarías era un hombre que tenía revelaciones especiales de Dios. Mientras el rey siguió los caminos de Dios, prosperó, porque Dios lo bendijo.


Pero Zorobabel, Jesúa y los demás jefes judíos les respondieron: ―No, ustedes no pueden tener parte en este trabajo. El templo del Dios de Israel debe ser edificado exclusivamente por los israelitas, porque así lo ha ordenado el rey Ciro, de Persia.


Cuando oí esto me senté y lloré. Durante varios días ayuné y oré así al Dios del cielo:


―Bien, ¿qué podemos hacer? —preguntó el rey. Elevé una oración al Dios del cielo pidiendo su ayuda, y le contesté al rey: ―Si agrada a Su Majestad, y si en verdad usted quiere ayudarme, envíeme a Judá, para reconstruir la ciudad de mis padres.


«Todo el mundo sabe que cualquiera, sea hombre o mujer, que entre a la presencia del rey sin ser llamado por él está condenado a morir, a menos que el rey le tienda su cetro de oro. ¡Hace más de un mes que el rey no me llama a su presencia!».


Él escuchará las oraciones de los desamparados, y no rechazará sus ruegos.


Pidamos por la paz de Jerusalén: «Que vivan en paz los que te aman.


Que haya griterío de júbilo cuando sepamos la noticia de tu victoria; que se agiten las banderas en alabanza a Dios por todo lo hecho en favor tuyo. Que él responda a todas tus plegarias.


Pero concede gran gozo a los que me desean el bien. Que clamen ellos con júbilo: «¡Grande es el Señor que se deleita en auxiliar a su siervo!».


Mira con agrado a Sion y ayúdala; levanta los muros de Jerusalén.


De esta manera, Aarón llevará los nombres de las tribus de Israel en el pectoral, sobre su corazón, cuando entre al Lugar Santo. Así el Señor los recordará continuamente.


Pon manos a la obra que te corresponda, y si temes a Dios puedes confiar en sus bendiciones.


Yo les concederé el privilegio de tener sus nombres grabados de manera permanente en mi templo, dentro de mis muros. Tendrán un nombre eterno que nunca será borrado. ¡Eso es mejor que tener muchos hijos e hijas!


Entonces tomará un puñado, que simbolizará el total de la ofrenda, y lo entregará a uno de los sacerdotes para que queme el puñado de harina. Será una ofrenda quemada de grato olor al Señor.


»Luego pondrás la corona en el templo del Señor, para recordar a quienes dieron la plata y el oro para hacerla, esto es, a Jelday, Tobías, Jedaías y Hen hijo de Sofonías.


Usen las trompetas en tiempo de alegría también, haciéndolas sonar en las fiestas anuales y al comienzo de cada mes, para alegrarse en las ofrendas totalmente ofrecidas a Dios y en las ofrendas de paz. Y yo me acordaré de ustedes. Pues yo soy el Señor, su Dios».


“Cornelio”, me dijo, “Dios ha tomado en cuenta tus oraciones y tus limosnas.


Cornelio se quedó mirándolo lleno de temor. ―¿Qué quieres, Señor? —le preguntó al ángel mirándolo fijamente. ―Dios no ha pasado por alto tus oraciones ni tus limosnas.


Tú no puedes tener parte en esto, porque tu corazón no es recto ante Dios.


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