El Señor replicó al ángel acusador: ―Tienes permiso para hacer con su riqueza lo que quieras; pero no lo perjudiques en su cuerpo. Entonces el ángel acusador se fue; y como era de esperarse, no mucho después, en un banquete que los hijos e hijas de Job tuvieron en casa del hermano mayor, ocurrió la tragedia.
El barco navegaba normalmente, cuando de repente el Señor envió un fuerte viento sobre el mar, haciendo que una gran tormenta amenazara con hacer naufragar el barco.
Pero el barco fue a dar a un banco de arena y se atascó. La parte delantera se encajó en el fondo y no se podía mover. La parte de atrás se hacía pedazos por la fuerza con que las olas la golpeaban.