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Isaías 64:11 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

11 Nuestro santo y hermoso templo, en donde nuestros padres te alababan, está quemado, y todos sus hermosos objetos destruidos.

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Biblia Reina Valera 1960

11 La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, fue consumida al fuego; y todas nuestras cosas preciosas han sido destruidas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 El templo santo y hermoso donde nuestros antepasados te alababan fue incendiado y todas las cosas hermosas quedaron destruidas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 ¿Y puedes tú, Yavé, no conmoverte al ver estas cosas? ¿Durará tu silencio y será mayor nuestra humillación?

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Nuestra santa y gloriosa Casa, Donde te alabaron nuestros padres, Ha sido pasto del fuego; Nuestras cosas más amadas Se han convertido en ruinas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 ¿Serás, Yahveh, insensible ante estas cosas? ¿Callarás y nos humillarás hastas el extremo?

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Isaías 64:11
21 Referans Kwoze  

Entonces el rey se dio vuelta y, mirando al pueblo que estaba parado delante de él, lo bendijo, diciendo:


«Bendito sea el Señor, que ha cumplido su promesa y ha dado reposo a su pueblo Israel; ni una palabra ha dejado de cumplir de todas las maravillosas promesas dadas por su siervo Moisés.


Incendió el templo del Señor, el palacio y todas las demás casas de la ciudad.


Y luego quemó el templo, derribó los muros de Jerusalén, quemó todos los palacios y destruyó todo lo que tenía valor.


«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que le habló a mi padre David, y que acaba de cumplir la promesa que le hizo al decir:


Cuando los israelitas vieron que el fuego caía y que la gloria del Señor llenaba su templo, se arrodillaron hasta tocar el piso con la frente y adoraron al Señor, diciendo: «¡El Señor es bueno, y su amor y bondad son para siempre!».


Los sacerdotes estaban de pie en sus lugares de desempeño de sus deberes, y los levitas tocaban su cántico de acción de gracias: «Su amor y su bondad son para siempre», con los instrumentos musicales que el rey David mismo había hecho y había utilizado para alabar al Señor. Cuando los sacerdotes tocaron las trompetas, el pueblo se puso de pie otra vez.


¡Cuán poco tiempo poseímos a Jerusalén! Y ahora nuestros enemigos la han destruido.


incendió el templo, el palacio y las grandes mansiones,


Y ahora, en medio de toda su aflicción, Jerusalén recuerda toda su historia de sufrimiento, como cuando cayó en poder del enemigo y nadie la ayudó, y cuando sus enemigos vieron su caída se burlaron de ella.


El Señor oscureció a Sion, pues su enojo era como una nube oscura; acabó con la hermosura de Israel hasta volverla nada. En el día de su enojo, ni siquiera se acordó de la posición de privilegio que goza esta ciudad.


El Señor ha rechazado su propio altar, ha despreciado su santuario, ha entregado sus palacios a sus enemigos. ¡Hasta se atreven a gritar en el templo como si fuera un día de fiesta!


»Hombre mortal, en el día en que yo termine de quitarles en Jerusalén el gozo de sus corazones y su orgullo y alegría —me refiero a sus esposas e hijos e hijas—,


Después de oír esto, el ángel del Señor dijo en oración: «Señor Todopoderoso, durante setenta años has castigado mucho a Jerusalén y las ciudades de Judá. ¿Cuánto tiempo más tendrá que pasar antes de que les muestres tu misericordia nuevamente?».


Y él les dijo: ―¿Ven esos edificios? ¡Todos serán destruidos y no quedará ni una piedra sobre otra!


Verán que toda la tierra es azufre y sal, desierta y calcinada, sin cultivar, tierra que no produce, ni siquiera hierba, como las de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín, que el Señor destruyó en medio de su ira.


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