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Isaías 51:12 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

12 Yo, sí, yo soy el que te conforta y te da todo este gozo. Así pues, ¿por qué temer a los simples mortales que cual la hierba se marchitan y desaparecen?

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

12 Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

12 «Yo, sí, yo soy quien te consuela. Entonces, ¿por qué les temes a simples seres humanos que se marchitan como la hierba y desaparecen?

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Biblia Católica (Latinoamericana)

12 Yo, yo soy el que te consuela. ¿Por qué tienes miedo a los hombres que mueren, a un hijo de hombre que desaparecerá como el pasto?

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La Biblia Textual 3a Edicion

12 Yo, Yo soy quien os consuela, ¿Quién eres tú para que temas al mortal; A hombres, que son como la hierba,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

12 Yo, yo soy quien os consuela. ¿Quién eres tú para que temas al hombre que muere, al hijo de hombre que como hierba es tratado?

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Isaías 51:12
37 Referans Kwoze  

Entonces el ángel del Señor le dijo a Elías: «No temas. Ve con él». Y Elías fue ante la presencia del rey.


Él está de mi parte, no tendré miedo. ¿Qué podrá hacerme un simple mortal?


Su aliento se detiene, la vida termina, y en un instante todos sus planes se deshacen.


que si bien los malvados florecen como malas hierbas, lo único que les espera es eterna destrucción.


Muchos buscan el favor del gobernante, pero la justicia viene del Señor.


¡Miren! ¡Dios ha acudido a salvarme! Estaré confiado y no temeré, porque el Señor es mi fuerza y mi canción, ¡él es mi salvación!


¡Mezquino es el ser humano! ¡Frágil como su aliento! ¡Jamás confíen en él!


¡Consuelen, sí, consuelen a mi pueblo!, dice el Dios de ustedes.


Yo, sí, sólo yo soy quien borra sus pecados por amor a mí mismo y nunca más los recordaré.


¡Canta jubiloso, oh cielo; clama, oh tierra; prorrumpan en canciones, oh montes; porque el Señor ha consolado a su pueblo y tendrá compasión de su dolor!


De igual modo, el Señor bendecirá nuevamente a Israel y hará florecer sus desiertos, sus páramos serán tan hermosos como el huerto de Edén. Allí reinarán el gozo y la alegría, la acción de gracias y los hermosos cánticos.


Rompan en jubiloso cántico las ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén.


¿Por qué les tienen más temor a esos dioses que a mí? ¿Por qué no me consagran ni la sobra de un recuerdo? ¿Será porque he sido demasiado bueno, y por eso no me temen?


El Señor me ha enviado a decir a los que lloran que ha llegado para ellos la hora de la compasión de Dios, y el día de su ira contra los enemigos de ellos.


Allí te consolaré como una madre lo hace con su pequeñín.


Que nadie los llame traidores por su lealtad al Dios verdadero. No se llenen de pánico como tantos de sus vecinos cuando piensan en el ataque de Siria e Israel contra ustedes.


―Pero temo rendirme —le dijo el rey—, porque los babilonios me entregarán a los judíos que se han pasado del lado suyo, ¡y quién sabe qué me harán!


porque tenían miedo de lo que harían los babilonios cuando tuvieran noticia de que Ismael había matado al gobernador Guedalías, pues este había sido escogido y nombrado por el rey babilónico.


Hombre mortal, no tengas temor de ellos, no te asustes, aun cuando te amenacen con arrojarte a un pozo lleno de escorpiones. No desmayes ante sus semblantes airados, pues acuérdate que son rebeldes.


No teman a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden tocar el alma. Sólo teman a Dios, que es el único que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.


No los voy a dejar huérfanos; volveré a estar con ustedes.


Mientras tanto, la iglesia de Judea, Galilea y Samaria tenía paz y crecía en fortaleza y número. Los creyentes aprendían cómo andar en el temor del Señor, fortalecidos por el Espíritu Santo.


«Todo humano es como la hierba, y toda su gloria como la flor del campo; la hierba se seca y la flor se cae,


―He pecado —reconoció finalmente Saúl—. Sí, he desobedecido tus instrucciones y el mandamiento del Señor. Le tuve miedo al pueblo y les dejé hacer lo que quisieron.


Cuando Saúl y el ejército israelita escucharon esto, se sintieron desfallecer de temor.


por lo que fingió estar loco. Arañaba las puertas y dejaba que la saliva le corriera por la barba,


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