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Hebreos 9:27 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

27 Y como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez y después que venga el juicio,

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Biblia Reina Valera 1960

27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

27 Y así como cada persona está destinada a morir una sola vez y después vendrá el juicio,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

27 Los hombres mueren una sola vez, y después viene para ellos el juicio;'

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La Biblia Textual 3a Edicion

27 Y tal como está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

27 Y así como es destino de los hombres morir una sola vez y, tras de esto, el juicio,

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Hebreos 9:27
28 Referans Kwoze  

Para obtener tu alimento tendrás que trabajar mucho, hasta el día de tu muerte; ese día volverás a la tierra de la cual fuiste hecho, pues eres polvo y al polvo tendrás que volver.


Todos debemos morir. Nuestras vidas son como el agua que es derramada en tierra, que no puede volverse a recoger. Pero Dios lo bendecirá a usted con una vida más larga si permite que su hijo regrese del destierro.


Brevísima vida has concedido al hombre; no le das más que unos meses. No puede tener ni una pequeña prórroga de vida.


Yo sé que mi redentor vive, que al fin estará de pie sobre la tierra.


Y sé que tu propósito para conmigo es la muerte.


Ningún ser humano puede vivir eternamente. Todos morirán. ¿Quién puede librar su vida del poder del sepulcro?


Joven, la juventud es un tesoro. ¡Disfruta cada minuto de ella! ¡Haz cuanto se te antoje! Pruébalo todo, pero sabe que tendrás que rendirle cuentas a Dios de cuanto hagas.


Porque Dios nos juzgará por cuanto hacemos, inclusive lo oculto, sea bueno o malo.


y el polvo vuelva a la tierra de donde vino, y el espíritu regrese a Dios que lo dio.


Tiempo de nacer; Tiempo de morir; Tiempo de plantar; Tiempo de cosechar;


A un mismo sitio van todos: al polvo de donde salieron y al cual han de volver.


Haz bien todo lo que emprendas, porque en la muerte, a la cual vas, no hay trabajo, planes, saber ni entendimiento.


Pues los que viven saben por lo menos que han de morir. Pero los muertos nada saben, ni siquiera tienen memoria.


Por último, también la mujer murió.


porque ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por medio del varón que escogió y que acreditó al levantarlo de entre los muertos».


Pero no le haces caso y, en consecuencia, estás almacenando contra ti mismo ira, por la terca dureza de tu corazón no arrepentido. Esa ira se manifestará el día en que Dios


Por el pecado de un hombre, el pecado entró en el mundo, y por el pecado llegó la muerte. Y como todos pecaron, la muerte ha pasado a todos.


Por eso, no se precipiten a sacar conclusiones sobre si alguien es buen siervo o no. Esperen a que venga el Señor. Él sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad, y pondrá al descubierto las intenciones del corazón. Cuando ese momento llegue, cada uno recibirá de Dios la alabanza que merezca.


Un día tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, y seremos juzgados. Cada uno recibirá lo que merezca por las buenas o las malas cosas que haya hecho mientras estaba en el cuerpo.


Por lo tanto, te doy este encargo solemne ante Dios y ante Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos cuando venga en su reino:


Lo único que nos queda es esperar con terror el juicio, el fuego ardiente con el que Dios destruirá a sus enemigos.


Dejemos ya lo que se refiere al bautismo, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.


Y al vivir en Cristo, nuestro amor se perfecciona cada vez más, de tal manera que en el día del juicio no nos sentiremos avergonzados ni apenados, sino que podremos mirarlo con confianza y gozo, sabiendo que él nos ama y que nosotros lo amamos también.


a juzgar a todos y a reprender a los pecadores malvados, por las terribles cosas que han hecho, y las cosas que han dicho contra él».


Y vi un gran trono blanco sobre el que alguien estaba sentado. Al verlo, la tierra y el cielo salieron huyendo, sin dejar rastro alguno.


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