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Romanos 7:9 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

9 En otro tiempo, cuando yo no conocía la Ley, me sentía con vida. Pero, cuando conocí los mandamientos, el pecado cobró vida y supe entonces que merecía morir.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Hubo un tiempo en que viví sin entender la ley. Sin embargo, cuando aprendí, por ejemplo, el mandamiento de no codiciar, el poder del pecado cobró vida

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Hubo un tiempo en que no había Ley, y yo vivía. Pero llegó el precepto, dio vida al pecado,

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Así que, en un tiempo, yo vivía sin ley; pero cuando vino el mandamiento, el pecado revivió,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Hubo un tiempo en que yo vivía sin ley; pero, en llegando el mandamiento, revivió el pecado,

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Romanos 7:9
22 Referans Kwoze  

―Todos esos los he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta?


Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos!


―Todo eso lo he cumplido desde que era joven —dijo el hombre.


Esto dice Moisés de los que quieren ser aceptados por Dios al obedecer la Ley: «Quien obedezca estas leyes se salvará por su obediencia».


Entonces me di cuenta que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevaba a la muerte;


porque el pecado se aprovechó del mandamiento y me engañó. El pecado usó el mandamiento para hacerme merecedor de la muerte.


Así mismo, hermanos en la fe, por medio de la muerte de Cristo, ustedes quedaron libres de la Ley. Pues ahora ustedes pertenecen a Cristo, que fue levantado de entre los muertos. De este modo ahora vivimos para Dios, haciendo el bien.


Pero ahora, esos deseos no nos dominan. Es como si hubiéramos muerto, quedando libres de la Ley, para servir a Dios. Ahora servimos a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu. Ya no lo hacemos como antes, obligados a obedecer mandamientos escritos.


Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de deseos por cosas que otros tienen. Pues sin la Ley el pecado no tiene ningún poder.


Los que tienen una mente controlada por el pecado son enemigos de Dios. No obedecen la Ley de Dios, porque no son capaces de hacerlo.


Yo, por mi parte, creo que la Ley me condenó a morir, es decir, para la Ley estoy muerto, y ahora vivo para Dios.


Todos los que quieren agradar a Dios por hacer lo que demanda la Ley están bajo maldición. Pues las Escrituras dicen: «Maldito sea quien no obedezca todo lo que está escrito en el libro de la Ley».


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