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Romanos 6:21 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

21 ¿Y qué ganaron con eso? ¡Vergüenza! Porque hicieron cosas que llevan a la muerte.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

21 ¿Y cuál fue la consecuencia? Que ahora están avergonzados de las cosas que solían hacer, cosas que terminan en la condenación eterna;

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Biblia Católica (Latinoamericana)

21 Pero con todas esas cosas de las que ahora se avergüenzan, ¿cuál ha sido el fruto? Al final está la muerte.

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La Biblia Textual 3a Edicion

21 Pero, ¿qué fruto teníais entonces de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

21 ¿Pero qué fruto recogíais entonces? ¡Cosas de las que ahora os avergonzáis! Pues el final de ellas es muerte.

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Romanos 6:21
46 Referans Kwoze  

Saben muy bien que Dios ha decidido castigar esa conducta con la muerte. Sin embargo, no solo siguen haciéndolo; también aprueban a quienes lo hacen.


Por medio de un solo hombre, el pecado entró en el mundo y, por medio del pecado, entró la muerte. Fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron.


Ustedes saben bien que, si alguien decide siempre obedecer a una persona, llegará a ser su esclavo. Así que, somos esclavos o del pecado que lleva a la muerte o de la obediencia por medio de la cual somos declarados justos.


Pues el pecado solo produce muerte, mientras que el regalo de Dios da vida eterna cuando creemos en Cristo Jesús, nuestro Señor.


Antes nos dominaba el deseo de hacer lo malo, y la Ley despertaba aún más esos malos deseos en nuestro cuerpo. Vivíamos para hacer el mal y eso solo producía muerte.


Porque, si ustedes viven controlados por el pecado, morirán para siempre. Pero, si por medio del Espíritu dan muerte a los malos deseos del cuerpo, vivirán para siempre.


Si solo pensamos en hacer lo malo, encontraremos la muerte. Pero, si dejamos que el Espíritu controle nuestra mente, tendremos vida y paz.


No hacemos nada a escondidas, y por eso no sentimos vergüenza de nada. Anunciamos el mensaje de Dios sin cambiarlo en nada y a nadie engañamos. Al contrario, predicamos la verdad con claridad, y por eso la gente confía en nosotros. Dios es testigo de todo esto.


¿Cuál ha sido el resultado de esta tristeza que Dios les causó? Pues ustedes se esforzaron grandemente en pedirme disculpas. Con tal de que se hiciera justicia, ustedes mostraron enojo, temor, deseo, preocupación y ganas. En todo han demostrado su inocencia en este asunto.


Pero a esa gente le espera la destrucción, pues adoran al dios de sus propios deseos. Se sienten orgullosos de lo que hacen, cuando debería darles vergüenza. Solo piensan en lo malo que ofrece el mundo.


¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merece el que ha despreciado al Hijo de Dios? ¿Qué castigo recibirá el que ha rechazado la sangre de Cristo? Pues esa sangre es la del pacto por medio del cual había sido elegido por Dios. Quien así actúa ha insultado al Espíritu de Dios, quien nos ama, aunque no lo merezcamos.


En cambio, hay terrenos que solo producen maleza, no valen nada. Son terrenos que están a punto de ser maldecidos, y acabarán por ser quemados. Así es la gente que deja de creer en Dios.


Estos malos deseos son los que nos llevan a pecar. Y el pecado, una vez que domina toda nuestra vida, da como resultado la muerte eterna.


Recuerden que quien hace que un pecador deje su maldad lo salvará de la muerte eterna y Dios le perdonará sus muchísimos pecados.


Porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios. Y, si comienza por nosotros, y nos toca sufrir de esta manera, ¿qué les espera a los que rechazan el mensaje de la buena noticia de Dios?


Y ahora, queridos hijos en la fe, sigan confiando en Cristo. Así, cuando él regrese, podremos presentarnos ante él confiadamente. Estaremos seguros de no ser avergonzados cuando él venga.


Ellos derramaron la sangre de creyentes y de profetas. Ahora tú les has dado a beber sangre. ¡Es un justo castigo!».


La muerte y su reino fueron echados al lago de fuego. Este lago de fuego representa la muerte segunda, que es la separación de Dios para siempre.


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