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Salmos 99:1 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

1 El Señor es rey: que tiemblen las naciones. Él tiene su trono entre los querubines: que se estremezca la tierra.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

1 Jehová reina; temblarán los pueblos. Él está sentado sobre los querubines, se conmoverá la tierra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 ¡El Señor es rey! ¡Que tiemblen las naciones! Está sentado en su trono, entre los querubines. ¡Que se estremezca toda la tierra!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 El Señor reina, tiemblan los pueblos; monta en querubines, la tierra se estremece.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 ¡YHVH reina! ¡Tiemblen los pueblos! Se sienta sobre los querubines, ¡Conmuévase la tierra!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Reina el Señor, los pueblos se conmueven, está sentado sobre querubines, la tierra se estremece.

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Salmos 99:1
30 Referans Kwoze  

Con estos soldados y todo su ejército, partió hacia Balá de Judá para trasladar de allí el arca de Dios, sobre la cual se invoca su Nombre, el nombre del Señor de los Ejércitos que reina entre los querubines.


¡Tiemble delante de él toda la tierra! Ha establecido el mundo con firmeza; jamás será removido.


Montando sobre un querubín, surcó los cielos y se remontó sobre las alas del viento.


«He establecido a mi rey sobre Sión, mi santo monte».


Pastor de Israel, ¡escúchanos! tú que guías a José como a un rebaño, tú que tienes tu trono entre los querubines, ¡resplandece!


Delante de Efraín, Benjamín y Manasés, muestra tu poder y ven a salvarnos.


»Ellos no saben nada, no entienden nada. Deambulan en la oscuridad; se estremecen todos los cimientos de la tierra.


El Señor reina, revestido de esplendor; el Señor se ha revestido de grandeza y ha desplegado su poder. Ha establecido el mundo con firmeza; jamás caerá.


Digan las naciones: «¡El Señor reina!». Ha establecido el mundo con firmeza; jamás será removido. Él juzga a los pueblos con equidad.


¡Póstrense ante el Señor en la hermosura de su santidad! ¡Tiemble delante de él toda la tierra!


¡El Señor es Rey! ¡Regocíjese la tierra! ¡Alégrense las costas más remotas!


Sus relámpagos iluminan el mundo; al verlos, la tierra se estremece.


Yo me reuniré allí contigo en medio de los dos querubines que están sobre el arca donde están las tablas del pacto. Desde la parte superior de la tapa del arca te daré todas las instrucciones que habrás de comunicarles a los israelitas.


El Señor ha infundido en ellos un espíritu de desconcierto. En todo lo que hace Egipto le han hecho perder el rumbo. Como un borracho en su vómito, Egipto se tambalea.


Miré las montañas y estaban temblando; ¡se sacudían todas las colinas!


Tiembla la tierra por el estruendo de su caída; hasta en el mar Rojo resuenan sus gritos.


¿Acaso has dejado de temerme?», afirma el Señor. «¿No debieras temblar ante mí? Yo puse la arena como límite del mar, como frontera perpetua e infranqueable. Aunque se agiten sus olas, no podrán prevalecer; aunque bramen, no traspasarán esa frontera.


Tiembla la tierra por la estruendosa caída de Babilonia; resuenan sus gritos en medio de las naciones.


Me decía: «Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde pongo la planta de mis pies; aquí habitaré entre los israelitas para siempre. El pueblo de Israel y sus reyes no volverán a profanar mi santo nombre con sus infidelidades ni con las ofrendas funerarias que presentan a sus reyes.


Así que les dijo: «Un hombre de la nobleza se fue a un país lejano para ser coronado rey y luego regresar.


Pero sus súbditos lo odiaban y mandaron tras él una delegación a decir: “No queremos a este por rey”.


Pero en cuanto a esos enemigos míos que no me querían por rey, tráiganlos acá y mátenlos delante de mí”».


Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre —no solo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia—, lleven a cabo su salvación con temor y temblor,


diciendo: «Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras, te damos gracias porque has asumido tu gran poder y has comenzado a reinar.


Luego vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él. De su presencia huyeron la tierra y el cielo, sin dejar rastro alguno.


El firmamento desapareció como cuando se enrolla un pergamino y todas las montañas y las islas fueron removidas de su lugar.


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