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Salmos 137:1 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

1 Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos al acordarnos de Sión.

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Biblia Reina Valera 1960

1 Junto a los ríos de Babilonia, Allí nos sentábamos, y aun llorábamos, Acordándonos de Sion.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Junto a los ríos de Babilonia, nos sentamos y lloramos al pensar en Jerusalén.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Al borde de los canales de Babilonia nos sentábamos y llorábamos

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos, Acordándonos de Sión.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 A la orilla de los ríos de Babel estábamos sentados y llorábamos, recordando a Sión.

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Salmos 137:1
27 Referans Kwoze  

Luego, estando cerca del río Ahava, proclamé un ayuno para que nos humilláramos ante nuestro Dios y le pidiéramos que nos acompañara durante el camino, a nosotros, a nuestros hijos y nuestras posesiones.


El día doce del mes primero partimos del río Ahava para ir a Jerusalén. Durante todo el trayecto la mano de Dios estaba sobre nosotros y nos libró de enemigos y asaltantes.


y respondí al rey: —¡Que viva Su Majestad para siempre! ¿Cómo no he de estar triste si la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados se halla en ruinas, con sus puertas consumidas por el fuego?


Recuerdo esto y me deshago en llanto: yo solía ir con la multitud y la conducía a la casa de Dios. Entre voces de alegría y acciones de gracias hacíamos gran celebración.


«Mas alégrense con Jerusalén y regocíjense por ella, todos los que la aman; salten con ella de alegría todos los que por ella se conduelen.


«Toma el cinturón que has comprado y que tienes puesto en la cintura; ve a Perat y escóndelo allí, en la grieta de una roca».


No me he sentado en compañía de libertinos ni me he divertido con ellos; he vivido solo, porque tu mano estaba sobre mí y me has llenado de indignación.


Tú, que habitas junto a muchas aguas y eres rica en tesoros, has llegado a tu fin, al final de tu existencia.


El clamor de mi pueblo se levanta y viene de una tierra lejana: «¿Acaso no está el Señor en Sión? ¿No está allí su Rey?». «¿Por qué me provocan con sus ídolos, con sus dioses inútiles y extraños?».


»Todo esto me hace llorar; mis ojos se inundan de lágrimas. No tengo cerca a nadie que me consuele; no tengo a nadie que me reanime. Mis hijos quedaron abandonados porque el enemigo salió victorioso».


El corazón de la gente clama al Señor con angustia. Muralla de la hija de Sión, ¡deja que día y noche corran tus lágrimas como un río! ¡No te des un momento de descanso! ¡No retengas el llanto de tus ojos!


Ríos de lágrimas corren por mis mejillas porque ha sido destruida la hija de mi pueblo.


Me duele en lo más profundo del alma ver sufrir a las mujeres de mi ciudad.


En el día quinto del mes cuarto del año treinta, mientras me encontraba entre los deportados a orillas del río Quebar, los cielos se abrieron y recibí visiones de Dios.


En este tiempo, mientras el sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, estaba a orillas del río Quebar, en la tierra de los babilonios, el Señor le dirigió la palabra y su mano estaba sobre él.


Así llegué a Tel Aviv, a orillas del río Quebar, adonde estaban los israelitas exiliados y, totalmente abatido, me quedé con ellos durante siete días.


Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas.


Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella.


Por mi parte, yo encargaré a mis dos testigos que, vestidos de luto, profeticen durante mil doscientos sesenta días».


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