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Salmos 13:2 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

2 ¿Hasta cuándo he de atormentar mi mente con preocupaciones y he de sufrir cada día en mi corazón? ¿Hasta cuándo mi enemigo triunfará sobre mí?

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, Con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 ¿Hasta cuándo tendré que luchar con angustia en mi alma, con tristeza en mi corazón día tras día? ¿Hasta cuándo mi enemigo seguirá dominándome?

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 ¿Hasta cuándo sentiré angustia en mi alma y tristeza en mi corazón, día tras día? ¿Hasta cuándo mi enemigo triunfará a costa mía?

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 ¿Hasta cuándo he de estar cavilando, Con tristeza en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo prevalecerá mi enemigo?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás por siempre? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?

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Salmos 13:2
44 Referans Kwoze  

me preguntó: —¿Por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que debe haber algo que te está causando dolor. Yo sentí mucho miedo


—¡El adversario y enemigo es este miserable de Amán! —respondió Ester. Amán quedó aterrorizado ante el rey y la reina.


Si soy culpable, ¡ay de mí! Si soy inocente, no puedo levantar mi cabeza. ¡Lleno estoy de vergüenza, y consciente de mi aflicción!


Tú defiendes al huérfano y al oprimido, para que el hombre, hecho de tierra, no siga ya sembrando el terror.


Los lazos de la muerte me enredaron; me sorprendió la angustia del sepulcro y caí en la ansiedad y la aflicción.


de los malvados que me atacan, de los enemigos que me han cercado.


Que sean silenciados sus labios mentirosos, porque hablan contra los justos con orgullo, desdén e insolencia.


Estoy por desfallecer; el dolor no me deja un solo instante.


Recuerdo esto y me deshago en llanto: yo solía ir con la multitud y la conducía a la casa de Dios. Entre voces de alegría y acciones de gracias hacíamos gran celebración.


Vuélvete, Señor, y sálvame la vida; por tu gran amor, ¡ponme a salvo!


De lo contrario, me devorarán como leones; me despedazarán y no habrá quien me libre.


¿Hasta cuándo, Dios, te insultará el adversario? ¿Por siempre ofenderá tu nombre el enemigo?


Recuerda, Señor, que tu enemigo te insulta y que un pueblo insensato ofende tu nombre.


Con la alabanza que brota de los labios de los pequeñitos y de los niños de pecho has construido una fortaleza, para silenciar al enemigo y al vengativo.


Ruina sin fin cayó sobre el enemigo; arrancaste de raíz sus ciudades y hasta su recuerdo se ha desvanecido.


El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu.


Toda su vida come en tinieblas, en medio de muchas molestias, enfermedades y enojos.


¿Por qué no cesa mi dolor? ¿Por qué es incurable mi herida? ¿Por qué se resiste a sanar? ¿Serás para mí un arroyo engañoso, de aguas no confiables?


Tú dijiste: “¡Ay de mí! ¡El Señor añade angustia a mi dolor! Estoy agotado de tanto gemir y no encuentro descanso”.


La aflicción me abruma; mi corazón desfallece.


Sus enemigos se volvieron sus amos; tranquilos se ven sus adversarios. El Señor la ha acongojado por causa de sus muchos pecados. Sus hijos marcharon al cautiverio, arrastrados por sus enemigos.


Sus vestidos están llenos de inmundicia; no tomó en cuenta lo que le esperaba. Su caída fue sorprendente; no hubo nadie que la consolara. «¡Mira, Señor, mi aflicción! ¡El enemigo ha triunfado!».


¿Por qué siempre nos olvidas? ¿Por qué nos abandonas tanto tiempo?


«Es tal la angustia que me invade que me siento morir —dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo».


Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.


Al contrario, como les he dicho estas cosas, se han entristecido mucho.


Me invade una gran tristeza y me embarga un continuo dolor.


En efecto, estuvo enfermo y al borde de la muerte; pero Dios se compadeció de él, y no solo de él, sino también de mí, para no añadir tristeza a mi tristeza.


Por eso aumentó el temor que Saúl sentía por David y se convirtió en su enemigo por el resto de su vida.


¿Quién encuentra a su enemigo y le perdona la vida? ¡Que el Señor te recompense por lo bien que me has tratado hoy!


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