Se negaron a escucharte; no se acordaron de las maravillas que hiciste por ellos. Fue tanta su terquedad y rebeldía que hasta se nombraron un jefe para que los hiciera volver a la esclavitud. Pero tú eres Dios perdonador, misericordioso y compasivo, lento para la ira y grande en amor. Por eso no los abandonaste,
Que abandone el malvado su camino y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar y de él recibirá compasión.
Muestras tu gran amor a multitud de generaciones, pero también castigas la maldad de los padres en sus descendientes. ¡Oh Dios, grande y fuerte; tu nombre es el Señor de los Ejércitos!
Rásguense el corazón y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es misericordioso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga.
Así que oró al Señor de esta manera: —¡Oh Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios misericordioso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes.
El Señor es lento para la ira, pero grande en poder. El Señor no deja sin castigo al culpable. Camina en el huracán y en la tormenta; las nubes son el polvo de sus pies.
“El Señor es lento para la ira y grande en amor, perdona la maldad y la rebeldía, pero no tendrá por inocente al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación”.
En verdad, consideramos dichosos a los que perseveraron. Ustedes han oído hablar de la perseverancia de Job y han visto lo que al final le dio el Señor. El Señor es muy compasivo y misericordioso.