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Oseas 9:8 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

8 El profeta, junto con mi Dios, es el centinela de Efraín, pero enfrenta trampas en todos sus caminos, y hostilidad en la casa de su Dios.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

8 Atalaya es Efraín para con mi Dios; el profeta es lazo de cazador en todos sus caminos, odio en la casa de su Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 El profeta es un centinela sobre Israel para mi Dios, sin embargo, dondequiera que va le tienden trampas. Hasta en la casa de Dios enfrenta hostilidad.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Efraím monta guardia ante mi Dios y el profeta trata de impedir que el enemigo llegue de sorpresa, anunciando el ataque contra el templo de sus ídolos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Y el vidente de Efraín profetiza sin contar con su Dios; Es trampa de furtivo en sus caminos, Y subversión en la Casa de su Dios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Junto a la tienda del profeta espía Efraín: es lazo de pajarero en todos sus caminos, hostilidad en la casa de su Dios.

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Oseas 9:8
42 Referans Kwoze  

Ahora bien, Elías, el de Tisbé de Galaad, fue a decirle a Acab: «Tan cierto como que vive el Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo, te aseguro que no habrá rocío ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene».


Después de un largo tiempo, en el tercer año, la palabra del Señor vino a Elías y le dio este mensaje: «Ve y preséntate ante Acab, que voy a enviar lluvia sobre la tierra».


Ahora convoca de todas partes al pueblo de Israel, para que se reúna conmigo en el monte Carmelo con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de la diosa Aserá que se sientan a la mesa de Jezabel.


Sedequías, hijo de Quenaná, que se había hecho unos cuernos de hierro, anunció: «Así dice el Señor: “Con estos cuernos atacarás a los arameos hasta aniquilarlos”».


»Y aquel espíritu respondió: “Saldré y seré un espíritu mentiroso en la boca de todos sus profetas”. Entonces el Señor ordenó: “Ve y hazlo así, que tendrás éxito en seducirlo”.


Micaías manifestó: —Si regresas en paz, el Señor no ha hablado por medio de mí. ¡Tomen nota todos ustedes de lo que estoy diciendo!


Así que el rey de Israel reunió a los profetas, que eran unos cuatrocientos y les preguntó: —¿Debo ir a la guerra contra Ramot de Galaad o no? —Vaya usted —contestaron ellos—, porque el Señor la ha entregado en manos de Su Majestad.


En cierta ocasión, unos israelitas iban a enterrar a un muerto, pero de pronto vieron a esas bandas y echaron el cadáver en la tumba de Eliseo. Cuando el cadáver tocó los huesos de Eliseo, ¡el hombre recobró la vida y se puso de pie!


entonces golpeó el agua con el manto y exclamó: «¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?». En cuanto golpeó el agua, el río se partió en dos y Eliseo cruzó.


Eliseo fue al manantial y al arrojar allí la sal, exclamó: —Así dice el Señor: “¡Yo purifico esta agua para que nunca más cause muerte ni esterilidad!”.


Entonces Eliseo ordenó: —Tráiganme harina. Después de echar la harina en la olla, dijo: —Sírvanle a la gente para que coma. Y ya no hubo nada en la olla que les hiciera daño.


—¿Cómo voy a alimentar a cien personas con esto? —respondió el criado. Pero Eliseo insistió: —Dale de comer a la gente, pues así dice el Señor: “Comerán y habrá de sobra”.


Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Entonces su piel se volvió como la de un niño y quedó limpio!


Ahora la enfermedad de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes para siempre. No bien había salido Guiezi de la presencia de Eliseo cuando ya estaba blanco como la nieve por causa de la enfermedad en su piel.


El ayudante había dicho al hombre de Dios: «¡No me digas! Aun si el Señor abriera las compuertas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!». De modo que el hombre de Dios respondió: «Pues lo verás con tus propios ojos, pero no llegarás a comerlo».


El ayudante personal del rey respondió al hombre de Dios: —¡No me digas! ¡Aun si el Señor abriera las compuertas del cielo, no podría suceder tal cosa! —Pues lo verás con tus propios ojos —le advirtió Eliseo—, pero no llegarás a comerlo.


Como las aves, hemos escapado de la trampa del cazador; ¡la trampa se rompió, y nosotros escapamos!


Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la red fatal y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por una desgracia que de pronto les sobreviene.


Me encuentran los centinelas mientras rondan la ciudad. Les pregunto: «¿Han visto ustedes al amor de mi vida?».


Jerusalén, sobre tus muros he puesto centinelas que nunca callarán ni de día ni de noche. Ustedes, los que invocan al Señor, no se den descanso;


Pero yo era como un manso cordero que es llevado al matadero; no sabía lo que estaban maquinando contra mí y que decían: «Destruyamos el árbol con su fruto, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, para que nadie recuerde más su nombre».


Pero yo respondí: «¡Ah, mi Señor y Dios! Los profetas les dicen que no se enfrentarán con la espada ni pasarán hambre, sino que tú concederás una paz duradera en este lugar».


«Algo repugnante he observado entre los profetas de Samaria: profetizaron en nombre de Baal y descarriaron a mi pueblo Israel.


Vendrá un día en que los centinelas gritarán por las colinas de Efraín: “¡Vengan, subamos a Sión, al Señor nuestro Dios!”».


Curan por encima la herida de mi pueblo y les desean: “¡Paz, paz!”, cuando en realidad no hay paz.


Yo aposté centinelas para ustedes y dije: “Presten atención al toque de trompeta”. Pero ellos dijeron: “No prestaremos atención”.


Tus profetas te anunciaron visiones falsas y engañosas. No denunciaron tu maldad; no evitaron tu cautiverio. Los mensajes que te anunciaban eran falsos y engañosos.


Pero sucedió por los pecados de sus profetas, por las iniquidades de sus sacerdotes, ¡por derramar sangre inocente en las calles de la ciudad!


«Hijo de hombre, a ti te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Por tanto, cuando oigas mi palabra, adviértele de mi parte.


»Hijo de hombre, a ti te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Por tanto, cuando oigas mi palabra, adviértele de mi parte.


»¡Oigan esto, sacerdotes! ¡Pongan atención, israelitas! ¡Escucha, casa real! ¡Contra ustedes es la sentencia! En Mizpa han sido ustedes una trampa; en el monte Tabor, una red tendida.


Han llegado los días del castigo, han llegado los días de la retribución. ¡Que lo sepa Israel! Es tan grande tu maldad y tan intensa tu hostilidad, que al profeta se le tiene por necio, y al hombre inspirado, por loco.


Han llegado al colmo de la corrupción, como en los días de Guibeá; ¡pero Dios se acordará de sus maldades y los castigará por sus pecados!


El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza; el más recto, más torcido que un espino. Pero ya viene el día de su confusión; ¡ya se acerca el día de tu castigo anunciado por tus centinelas!


Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro antes ha realizado, no serían culpables de pecado. Pero ahora las han visto y, sin embargo, a mí y a mi Padre nos han aborrecido.


Alguien podría objetar: «Si mi mentira destaca la verdad de Dios y así aumenta su gloria, ¿por qué todavía se me juzga como pecador?


Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes como quienes tienen que rendir cuentas. Obedézcanlos a fin de que ellos cumplan su tarea con alegría y sin quejarse, pues el quejarse no les trae ningún provecho.


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