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Nehemías 2:3 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

3 y respondí al rey: —¡Que viva Su Majestad para siempre! ¿Cómo no he de estar triste si la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados se halla en ruinas, con sus puertas consumidas por el fuego?

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Biblia Reina Valera 1960

3 Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 pero le contesté: —Viva el rey para siempre. ¿Cómo no voy a estar triste cuando la ciudad donde están enterrados mis antepasados está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego?

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 le dije al rey: '¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no voy a estar triste si la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados está en ruinas y sus puertas, quemadas por el fuego?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 y respondí al rey: ¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 pero dije al rey: '¡Viva el rey por siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad en que están los sepulcros de mis padres está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego?'.

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Nehemías 2:3
21 Referans Kwoze  

Betsabé se inclinó ante el rey y, postrándose rostro en tierra, exclamó: —¡Que viva para siempre mi señor el rey David!


A los siete días del mes quinto del año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su ministro Nabuzaradán, que era el comandante de la guardia, fue a Jerusalén


Jorán tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar; reinó en Jerusalén ocho años. Murió sin que nadie guardara luto por él y fue sepultado en la Ciudad de David, pero no en el panteón de los reyes.


Acaz murió y fue sepultado con sus antepasados en la ciudad de Jerusalén, pero no en el panteón de los reyes de Israel. Su hijo Ezequías lo sucedió en el trono.


Ezequías murió y fue sepultado con sus antepasados en la parte superior del panteón de los descendientes de David. Todos los habitantes de Judá y de Jerusalén le rindieron honores. Y su hijo Manasés lo sucedió en el trono.


Incendiaron el Templo de Dios, derribaron los muros de Jerusalén, prendieron fuego a sus palacios y destruyeron todos los objetos de valor que allí había.


Ellos me respondieron: «Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego».


Esa noche salí por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y la puerta del Basurero. Inspeccioné las ruinas de la muralla de Jerusalén y sus puertas consumidas por el fuego.


Porque ¿cómo podría yo ver la calamidad que se cierne sobre mi pueblo? ¿Cómo podría ver impasible el exterminio de mi gente?


Tus siervos sienten cariño por sus ruinas; los mueven a compasión sus escombros.


Las naciones temerán el nombre del Señor; todos los reyes de la tierra reconocerán tu gloria.


Si de ti no me acordara ni te pusiera por encima de mi propia alegría, ¡que la lengua se me pegue al paladar!


Mi espalda está llena de dolores punzantes; no hay nada sano en mi cuerpo.


A los diez días del mes quinto del año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su servidor Nabuzaradán, que era el comandante de la guardia, fue a Jerusalén


Las puertas se han desplomado; él rompió por completo sus cerrojos. Su rey y sus príncipes andan entre las naciones; ya no hay Ley y sus profetas no reciben visiones de parte del Señor.


Los astrólogos respondieron en arameo: —¡Que viva el rey por siempre! Cuente el sueño a sus siervos y nosotros daremos su interpretación.


—¡Que viva el rey por siempre! —dijeron al rey Nabucodonosor—.


Al oír el alboroto que hacían el rey y sus nobles, la reina misma entró en la sala del banquete y exclamó: —¡Que viva Su Majestad por siempre! ¡Y no se alarme ni se ponga pálido!


—¡Que viva el rey por siempre! —contestó Daniel—.


Entonces esos administradores y sátrapas fueron de común acuerdo al rey y dijeron: —¡Que viva para siempre el rey Darío!


convertiré en ruinas sus ciudades y asolaré sus santuarios. No me complaceré más en el aroma de sus ofrendas, que me era grato.


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