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Mateo 19:21 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

21 Jesús respondió: —Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.

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Biblia Reina Valera 1960

21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

21 Jesús le dijo: —Si deseas ser perfecto, anda, vende todas tus posesiones y entrega el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Después ven y sígueme.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

21 Jesús le dijo: 'Si quieres ser perfecto, vende todo lo que posees y reparte el dinero entre los pobres, para que tengas un tesoro en el Cielo. Después ven y sígueme.

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La Biblia Textual 3a Edicion

21 Jesús le dijo: Ya que° quieres ser perfecto, anda, vende tus posesiones y da a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven, sígueme.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

21 Jesús le dijo: 'Si quieres ser perfecto, anda, vende todos tus bienes y dáselos a los pobres, que así tendrás un tesoro en los cielos; ven luego y sígueme'.

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Mateo 19:21
31 Referans Kwoze  

Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se apareció y dijo: —Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé íntegro.


Esta es la historia de Noé. Noé era un hombre justo e íntegro entre su gente, y anduvo fielmente con Dios.


En la región de Uz había un hombre íntegro e intachable que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job.


Observa a los que son íntegros y honestos: hay porvenir para quien busca la paz.


Luego Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.


—Todos esos los he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta?


Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas.


—Les aseguro —respondió Jesús— que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.


«Vengan, síganme —dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres».


Por tanto, sean perfectos como su Padre celestial es perfecto.


—Sígueme —contestó Jesús— y deja que los muertos entierren a sus muertos.


Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme» —dijo Jesús. Y Mateo se levantó y lo siguió.


Jesús lo miró con amor y añadió: —Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.


Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme» —dijo Jesús. Y Leví se levantó y lo siguió.


Entonces llamó a la multitud y a sus discípulos. —Si alguien quiere ser mi discípulo —dijo—, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.


Vendan sus bienes y den a los pobres. Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya.


De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo.


Por eso les digo que se valgan de las riquezas deshonestas para ganar amigos, a fin de que cuando estas se acaben haya quienes los reciban a ustedes en las viviendas eternas.


Al oír esto, Jesús añadió: —Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.


Después de esto salió Jesús y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba. «Sígueme» —dijo Jesús.


El discípulo no es superior a su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje será como su maestro.


Dirigiéndose a todos, declaró: —Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga.


Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.


Quien quiera servirme debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo. A quien me sirva, mi Padre lo honrará.


vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno.


También se compadecieron de los encarcelados y, cuando a ustedes les confiscaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, conscientes de que tenían una mejor herencia y más permanente.


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