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Mateo 17:6 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

6 Al oír esto, los discípulos se postraron sobre su rostro, aterrorizados.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

6 Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Los discípulos estaban aterrados y cayeron rostro en tierra.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Al oír la voz, los discípulos se echaron al suelo, llenos de miedo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Y los discípulos, al oírlo, cayeron sobre sus rostros y temieron en gran manera.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Al oír esto los discípulos, cayeron rostro en tierra y quedaron sobrecogidos de espanto.

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Mateo 17:6
14 Referans Kwoze  

David alzó la vista y vio que el ángel del Señor estaba entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en la mano que apuntaba hacia Jerusalén. Entonces David y los jefes, vestidos de luto, se postraron sobre su rostro.


Yo me levanté y salí al campo. Allí vi la gloria del Señor, tal como la había visto a orillas del río Quebar, y caí rostro en tierra.


Esta visión era semejante a la que tuve cuando él vino a destruir la ciudad de Jerusalén; también, a la que tuve junto al río Quebar. Y caí rostro en tierra,


»Cuando él se acercó al lugar donde estaba, me aterroricé y caí rostro en tierra. Me dijo: “Hijo de hombre entiende que la visión se refiere al tiempo del fin”.


De la presencia del Señor salió un fuego que consumió el holocausto y la grasa que estaban sobre el altar. Al ver esto, todo el pueblo prorrumpió en gritos de júbilo y cayó rostro en tierra.


Mientras estaba aún hablando, apareció una nube luminosa que los envolvió y de la cual salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!».


Pero Jesús se acercó a ellos y los tocó. —Levántense —dijo—. No tengan miedo.


Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.


Todos caímos al suelo y yo oí una voz que me decía en hebreo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¡Solo te haces daño a ti mismo!”.


Nosotros mismos oímos esa voz que vino del cielo cuando estábamos con él en el monte santo.


Mientras la llama subía desde el altar hacia el cielo, el ángel del Señor ascendía en la llama. Al ver eso, Manoa y su esposa se postraron en tierra sobre sus rostros.


—¡Estamos condenados a morir! —dijo a su esposa—. ¡Hemos visto a Dios!


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