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Job 31:9 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

9 »Si por alguna mujer me he dejado seducir, si a las puertas de mi prójimo he estado al acecho,

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

9 Si fue mi corazón engañado acerca de mujer, Y si estuve acechando a la puerta de mi prójimo,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 »Si mi corazón ha sido seducido por una mujer, o si he codiciado a la mujer de mi prójimo,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Si mi corazón se dejó seducir por mujer, si estuve acechando a la puerta de mi prójimo,

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Si mi corazón se dejó arrastrar por una mujer, Y he acechado junto a la puerta de mi prójimo,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Si mi corazón fue seducido por mujer o espié a la puerta de mi prójimo,

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Job 31:9
16 Referans Kwoze  

En efecto, cuando Salomón llegó a viejo, sus mujeres le pervirtieron el corazón de modo que él siguió a otros dioses y no siempre fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su padre David.


¿Acaso no fue ese el pecado de Salomón, rey de Israel? Entre todas las naciones no hubo un solo rey como él: Dios lo amó y lo hizo rey sobre todo Israel. Pero aun a él lo hicieron pecar las mujeres extranjeras.


»Yo había convenido con mis ojos no mirar con lujuria a ninguna mujer joven.


La boca de la adúltera es una fosa profunda; en ella caerá quien esté bajo la ira del Señor.


No abrigues en tu corazón deseos por su belleza ni te dejes cautivar por sus ojos.


¿Puede alguien echarse brasas en el pecho sin quemarse la ropa?


Con palabras persuasivas lo convenció; con halagos de sus labios lo sedujo.


Y encontré algo más amargo que la muerte: la mujer que es una trampa, su corazón es una red y sus brazos son cadenas. Quien agrada a Dios se librará de ella, pero el pecador caerá en sus redes.


Son como caballos bien alimentados y excitados; todos relinchan por la mujer ajena.


¡Todos ellos son adúlteros! Parecen un horno encendido cuyo fuego no hace falta atizar desde que el panadero prepara la harina hasta que la masa fermenta.


»Si alguien comete adulterio con la mujer de su prójimo, tanto el adúltero como la adúltera serán condenados a muerte.


No codicies la esposa de tu prójimo, ni desees su casa, ni su tierra, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca».


Los gobernantes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo, de modo que lo atemos y lo tengamos sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata».


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