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Job 2:13 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

13 y durante siete días y siete noches se sentaron en el suelo para hacerle compañía. Ninguno de ellos se atrevía a decirle nada, pues veían cuán grande era su sufrimiento.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

13 Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

13 Entonces, durante siete días y siete noches, se sentaron en el suelo junto a Job, y ninguno le decía nada porque veían que su sufrimiento era demasiado grande para expresarlo con palabras.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

13 Luego, permanecieron sentados en tierra junto a él siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

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La Biblia Textual 3a Edicion

13 Y estuvieron sentados con él en el suelo durante siete días con sus siete noches, no hablándole palabra, por cuanto veían que su mal era muy grande.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

13 Siete días y siete noches permanecieron sentados junto a él sin proferir palabra, pues comprendían cuán inmenso era su dolor.

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Job 2:13
12 Referans Kwoze  

A la luz la llamó «día» y a las tinieblas, «noche». Vino la noche y llegó la mañana: ese fue el primer día.


A esta expansión Dios la llamó «cielo». Vino la noche y llegó la mañana: ese fue el segundo día.


Al llegar al campo de Hatad, que está al otro lado del río Jordán, hicieron grandes y solemnes lamentaciones. Allí José guardó luto por su padre durante siete días.


Cuando escuché esto, me rasgué la túnica y el manto, me arranqué los pelos de la cabeza y de la barba y me postré muy angustiado.


Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo.


Después de esto, Job rompió el silencio para maldecir el día en que había nacido.


«Tal vez no puedas aguantar que alguien se atreva a decirte algo, pero ¿quién podrá quedarse callado?


Me impides cerrar los ojos; tan turbado estoy que ni hablar puedo.


Las puertas de la ciudad gemirán y se vestirán de luto; desolada, la ciudad se sentará en el suelo.


»Desciende, siéntate en el polvo, hija virginal de Babilonia; siéntate en el suelo, hija de los babilonios, pues ya no hay trono. Nunca más se te llamará tierna y delicada.


En la hija de Sión los ancianos se sientan silenciosos en el suelo; se echan ceniza sobre la cabeza y se visten de luto. Las jóvenes de Jerusalén bajan sus cabezas de vergüenza.


Así llegué a Tel Aviv, a orillas del río Quebar, adonde estaban los israelitas exiliados y, totalmente abatido, me quedé con ellos durante siete días.


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