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Jeremías 9:18 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

18 Que se den prisa, que hagan lamentación por nosotros. Nuestros ojos se inundarán de lágrimas y brotará de nuestros párpados el llanto.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

18 y dense prisa, y levanten llanto por nosotros, y desháganse nuestros ojos en lágrimas, y nuestros párpados se destilen en aguas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 ¡Rápido! ¡Comiencen a llorar! Que las lágrimas fluyan de sus ojos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 Sí, una queja llega desde Sión: '¡Ah, qué arruinados y avergonzados estamos! Tener que abandonar la patria y ver nuestras casas destruidas.

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 Que se apresuren a levantar el llanto sobre nosotros; Para que nuestros ojos se deshagan en lágrimas, Y nuestros párpados destilen agua.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 ¡Sí! ¡Escuchad! De Sión se oye un lamento: ¡Ay! Cómo estamos oprimidos, se nos cae la cara de vergüenza; pues hemos tenido que abandonar el país, porque han derribado nuestras moradas.

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Jeremías 9:18
19 Referans Kwoze  

Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, porque tu Ley no se obedece.


Por eso dije: «Aparten su mirada de mí; voy a llorar amargamente. No insistan en consolarme: ¡mi pueblo ha sido destruido!».


Pero si ustedes no obedecen, lloraré en secreto por causa de su orgullo; mis ojos llorarán amargamente y se desharán en lágrimas, porque el rebaño del Señor será llevado al cautiverio.


»Tú les dirás lo siguiente: »“Que mis ojos derramen lágrimas día y noche, sin cesar, porque la virginal hija de mi pueblo ha sufrido una herida terrible, un golpe muy duro.


Desde nuestra juventud, la vergonzosa idolatría se ha engullido el esfuerzo de nuestros antepasados: sus ovejas y sus vacas, sus hijos y sus hijas.


¡Acostémonos en nuestra vergüenza y que nos cubra nuestra desgracia! ¡Nosotros y nuestros antepasados hemos pecado contra el Señor nuestro Dios! Desde nuestra juventud y hasta el día de hoy, no hemos obedecido al Señor nuestro Dios».


Un desastre llama a otro desastre; toda mi tierra está devastada. De repente fueron destruidas las cortinas y las tiendas donde habito.


Vístete de luto, pueblo mío; revuélcate en las cenizas. Llora amargamente, como lo harías por un hijo único, porque nos cae por sorpresa el que viene a destruirnos.


»”Córtate la cabellera y tírala; eleva tu lamento en las lomas desoladas, porque el Señor ha rechazado y abandonado a la generación que provocó su ira.


¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por los muertos de mi pueblo!


Lloraré y gemiré por los montes, me lamentaré por los prados del desierto, porque están desolados: ya nadie los transita ni se escuchan los mugidos del ganado. Desde las aves del cielo hasta los animales del campo, todos han huido.


Escuchen, mujeres, la palabra del Señor; reciban sus oídos la palabra de su boca. Enseñen a sus hijas a entonar endechas; que unas a otras se enseñen este lamento:


Amargamente llora por la noche; corren las lágrimas por sus mejillas. No hay entre sus amantes uno solo que la consuele. Todos sus amigos la traicionaron; se volvieron sus enemigos.


Las lágrimas inundan mis ojos; siento una profunda agonía. Estoy con el ánimo por los suelos porque mi pueblo ha sido destruido. Niños e infantes desfallecen por las calles de la ciudad.


¿Qué puedo decir de ti, hija de Jerusalén? ¿A qué te puedo comparar? ¿Qué ejemplo darte como consuelo, virginal hija de Sión? Profundas como el mar son tus heridas. ¿Quién podría sanarte?


El corazón de la gente clama al Señor con angustia. Muralla de la hija de Sión, ¡deja que día y noche corran tus lágrimas como un río! ¡No te des un momento de descanso! ¡No retengas el llanto de tus ojos!


Ríos de lágrimas corren por mis mejillas porque ha sido destruida la hija de mi pueblo.


Por eso, así dice el Señor y Dios, el Dios de los Ejércitos: «En todas las plazas se escucharán lamentos y gritos de angustia en todas las calles. Llamarán a duelo a los agricultores y a los llorones profesionales para hacer lamentación.


Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella.


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