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Jeremías 36:10 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

10 Baruc se dirigió al atrio superior del Templo del Señor, a la entrada de la Puerta Nueva, y desde la sala de Guemarías, hijo de Safán, el cronista, leyó ante todo el pueblo el rollo que contenía las palabras de Jeremías.

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Biblia Reina Valera 1960

10 Y Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías en la casa de Jehová, en el aposento de Gemarías hijo de Safán escriba, en el atrio de arriba, a la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová, a oídos del pueblo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Baruc leyó al pueblo las palabras de Jeremías, escritas en el rollo. En el templo, se paró frente a la habitación de Gemarías, hijo de Safán, el secretario. Esa habitación estaba junto al atrio superior del templo, cerca de la entrada de la puerta Nueva.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Entonces Baruc leyó a todo el pueblo las palabras de Yavé contenidas en el libro, a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yavé, en la habitación de Guemarías, hijo de Safán.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Y Baruc leyó a oídos del pueblo las palabras del rollo de Jeremías en la Casa de YHVH, en el aposento de Gemarías ben Safán, el escriba, en el atrio superior, a la entrada de la puerta nueva de la Casa de YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Baruc leyó entonces en el libro las palabras de Jeremías en el templo de Yahveh, en la sala de Guemarías, hijo de Safán, el secretario, en el atrio superior, a la entrada de la Puerta Nueva del templo de Yahveh, y todo el pueblo escuchaba.

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Jeremías 36:10
17 Referans Kwoze  

Seva era el cronista; Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes;


Sadoc, hijo de Ajitob, y Ajimélec, hijo de Abiatar, eran sacerdotes; Seraías era el cronista;


Las paredes del atrio interior las construyó con tres hileras de piedra labrada por cada hilera de vigas de cedro.


y fue él quien reconstruyó la puerta superior del Templo del Señor. Sin embargo, no se quitaron los altares paganos, sino que el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos.


Entonces Eliaquín, hijo de Jilquías, administrador del palacio, el cronista Sebna y el secretario Joa, hijo de Asaf, con las vestiduras rasgadas en señal de duelo, fueron a ver a Ezequías y le contaron lo que había dicho el comandante en jefe.


En el año dieciocho de su reinado, el rey Josías mandó a su cronista Safán, hijo de Asalías y nieto de Mesulán, que fuera al Templo del Señor. Le dijo:


Cuando los oficiales de Judá escucharon estas cosas, fueron del palacio del rey al Templo del Señor y se apostaron a la entrada de la Puerta Nueva del Templo.


Sin embargo, Ajicán, hijo de Safán, protegió a Jeremías y no permitió que cayera en manos del pueblo ni que lo mataran.


La carta fue enviada por medio de Elasá, hijo de Safán, y de Guemarías, hijo de Jilquías, a quienes Sedequías, rey de Judá, había enviado al rey Nabucodonosor, rey de Babilonia. Esta decía:


Los llevé al Templo del Señor, a la sala de los hijos de Janán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta sala se encontraba junto a la de los oficiales que a su vez estaba encima de la de Maseías, hijo de Salún, guarda de la entrada.


Micaías, hijo de Guemarías y nieto de Safán, escuchó todas las palabras del Señor que estaban escritas en el rollo.


Esto sucedió a pesar de que Elnatán, Delaías y Guemarías habían suplicado al rey que no quemara el rollo; pero el rey no les hizo caso.


Por tanto, ve al Templo del Señor en el día de ayuno y lee a oídos del pueblo las palabras del Señor que te he dictado y que escribiste en el rollo. Léeselas también a toda la gente de Judá que haya venido de sus ciudades.


Baruc, hijo de Nerías, hizo tal y como había ordenado el profeta Jeremías: Leyó en el Templo del Señor las palabras escritas en el rollo.


Es Baruc, hijo de Nerías, el que te incita contra nosotros, para entregarnos en poder de los babilonios, para que nos maten o nos lleven cautivos a Babilonia».


De los que quedaban en la ciudad, apresó al oficial encargado de las tropas, a siete de los servidores personales del rey, al cronista principal del ejército —encargado de reclutar soldados de entre el pueblo— y a sesenta ciudadanos que todavía estaban dentro de la ciudad.


Había una sala que se comunicaba con el vestíbulo de cada puerta. Allí se lavaba el holocausto.


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