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Jeremías 23:24 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

24 «¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda encontrarlo?», afirma el Señor. «¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra?», afirma el Señor.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

24 ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

24 ¿Puede alguien esconderse de mí en algún lugar secreto? ¿Acaso no estoy en todas partes en los cielos y en la tierra?», dice el Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

24 ¿O puede un hombre ocultarse en un escondite sin que yo lo vea?, dice Yavé. El cielo y la tierra, ¿no los lleno yo?, dice Yavé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

24 Porque uno se esconda en su escondrijo, ¿No lo veré Yo?, dice YHVH. ¿No lleno Yo los cielos y la tierra?, dice YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

24 Se esconde uno en escondites, ¿y yo no lo veré? -oráculo de Yahveh-. El cielo y la tierra, ¿no los lleno yo? -oráculo de Yahveh-.

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Jeremías 23:24
28 Referans Kwoze  

Como el Señor le había hablado, Agar le puso por nombre «El Dios que me ve», pues se decía: «Ahora he visto al que me ve».


»Pero ¿será posible que tú, Dios mío, habites en la tierra? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido!


Pero ¿cómo edificarle un templo, si ni los cielos más altos pueden contenerlo? ¿Y quién soy yo para construirle un templo, aunque solo sea para quemar incienso delante de él?


»Pero ¿será posible que tú, Dios mío, habites en la tierra con la humanidad? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido!


»Los ojos de Dios ven los caminos del hombre; él vigila cada uno de sus pasos.


No hay lugares oscuros ni sombras profundas que puedan esconder a los malhechores.


Se dice a sí mismo: «Dios se ha olvidado. Se cubre el rostro. Nunca ve nada».


¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?


Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo de los dominios de la muerte, también estás allí.


Alaben el nombre del Señor, porque solo su nombre es exaltado; su esplendor está por encima de la tierra y de los cielos.


Ante ti has puesto nuestras maldades; a la luz de tu presencia, nuestros pecados secretos.


Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos.


¡Ay! de los que, para esconder sus planes, se ocultan del Señor en las profundidades. Cometen sus fechorías en la oscuridad y piensan: «¿Quién nos ve? ¿Quién nos conoce?».


Porque lo dice el Alto y Excelso, el que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: «Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados.


Así dice el Señor: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me pueden construir? ¿Dónde estará el lugar de mi reposo?


Porque mis ojos ven todas sus acciones; ninguna de ellas me es oculta. Su iniquidad no puede esconderse de mi vista.


Tus proyectos son grandiosos y magníficas tus obras. Tus ojos observan todo lo que hace la humanidad para dar a cada uno lo que merece, según su conducta y los frutos de sus acciones.


Pero yo despojaré por completo a Esaú; pondré a descubierto sus escondites, y no podrá ocultarse. Sus hijos, parientes y vecinos, serán destruidos y dejarán de existir.


Y él me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen los ancianos israelitas en los oscuros nichos de sus ídolos? Andan diciendo: “El Señor no nos ve. El Señor abandonó esta tierra”».


Él me respondió: «La iniquidad del pueblo de Israel y de Judá es extremadamente grande. El país está lleno de violencia; la ciudad, llena de injusticia. Porque ellos dicen: “El Señor abandonó la tierra; el Señor no nos ve”.


Él revela lo profundo y lo escondido, y sabe lo que se oculta en las sombras. ¡En él habita la luz!


Ninguno de los pueblos de la tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos.


Esta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.


Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.


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