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Jeremías 2:31 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

31 »Pero ustedes, los de esta generación, presten atención a la palabra del Señor: »¿Acaso he sido para Israel un desierto o una tierra tenebrosa? ¿Por qué dice mi pueblo: “Somos libres, nunca más volveremos a ti”?

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Biblia Reina Valera 1960

31 ¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a ti?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

31 »¡Oh pueblo mío, presta atención a las palabras del Señor! ¿Acaso he sido como un desierto para Israel? ¿Acaso le he sido una tierra de tinieblas? Entonces díganme por qué mi pueblo declara: “¡Por fin nos hemos librado de Dios! ¡No lo necesitamos más!”.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

31 ¿He sido yo para Israel un desierto o una tierra cubierta de espinos? ¿Por qué, entonces, dice mi pueblo: 'Nos apartamos de ti, no queremos verte más?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

31 ¡Oh generación, atended la palabra de YHVH! ¿He sido Yo un desierto para Israel? ¿O acaso una tierra de densas tinieblas? ¿Por qué dice mi pueblo: Somos libres,° nunca más volveremos a ti?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

31 ¡Oh generación! Atiende a la palabra de Yahveh: ¿He sido para Israel un desierto o una tierra tenebrosa? ¿Por qué mi pueblo dice: 'Somos libres, no vendremos más a ti?'.

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Jeremías 2:31
26 Referans Kwoze  

—¿Y por qué quieres regresar a tu país? —preguntó el faraón—. ¿Acaso te falta algo aquí? —No —respondió Hadad—, ¡pero de todos modos déjeme ir!


y el sumo sacerdote Azarías, descendiente de Sadoc, le contestó: «Desde que el pueblo comenzó a traer sus ofrendas al Templo del Señor, hemos tenido suficiente comida y nos ha sobrado mucho, porque el Señor ha bendecido a su pueblo. En esos montones está lo que ha sobrado».


A Dios increpan: “¡Déjanos tranquilos! ¡No nos interesa para nada conocer tus caminos!


El malvado, con su nariz en alto, no busca a Dios. No hay lugar para él en sus pensamientos.


que dice: «Venceremos con la lengua; en nuestros labios confiamos. ¿Quién puede dominarnos a nosotros?».


Porque teniendo mucho, podría desconocerte y decir: “¿Y quién es el Señor?”. Y teniendo poco, podría llegar a robar y deshonrar así el nombre de mi Dios.


Desde ningún lugar de esta tierra tenebrosa les he hablado en secreto. Ni he dicho a los descendientes de Jacob: “Búsquenme en vano”. Yo, el Señor, digo lo que es justo y declaro lo que es recto.


«Desde hace mucho quebraste el yugo; te quitaste las ataduras y dijiste: “¡No quiero servirte!”. Sobre toda colina alta y bajo todo árbol frondoso, te entregaste a la prostitución.


No andes con pies descalzos, que te lastimas, ni dejes que la garganta se te reseque. Pero tú insistes: “¡No tengo remedio! Amo a dioses extraños y tras ellos me iré”.


Me dirigiré a los líderes y les hablaré; porque ellos sí conocen el camino del Señor y las demandas de su Dios». Pero ellos también quebrantaron el yugo y rompieron las ataduras.


Por eso los herirá el león de la selva y los despedazará el lobo del desierto; frente a sus ciudades está el leopardo al acecho y todo el que salga de ellas será despedazado, pues son muchas sus rebeliones y numerosas sus infidelidades.


Así cautivaré el corazón de los israelitas que por causa de todos esos ídolos se hayan alejado de mí”.


Les di de comer y quedaron saciados; una vez satisfechos, se volvieron arrogantes y se olvidaron de mí.


Estas son las palabras de Amós, uno de los pastores de Tecoa. Es la visión que recibió acerca de Israel dos años antes del terremoto, cuando Uzías era rey de Judá y Jeroboán, hijo de Joás, era rey de Israel.


La voz del Señor clama a la ciudad y es de sabios temer a su nombre: «¡Escuchen, pueblo de Judá y asamblea de la ciudad!


¡Ya tienen todo lo que desean! ¡Ya se han enriquecido! ¡Han llegado a ser reyes, y eso sin nosotros! ¡Ojalá fueran de veras reyes para que también nosotros reináramos con ustedes!


Cuando yo conduzca a los israelitas a la tierra que juré dar a sus antepasados, tierra donde abundan la leche y la miel, comerán hasta saciarse y engordarán; se irán tras otros dioses y los adorarán, despreciándome y quebrantando mi pacto.


Jesurún engordó y pateó; se hartó de comida, y se puso corpulento y rollizo. Abandonó al Dios que le dio vida y rechazó a la Roca de su salvación.


¡Despreciaste a la Roca que te engendró! ¡Olvidaste al Dios que te dio vida!


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