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Isaías 64:8 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

8 A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.

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Biblia Reina Valera 1960

8 Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Y a pesar de todo, oh Señor, eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú, el alfarero. Todos somos formados por tu mano.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 ¡No te enojes tanto, pues, Yavé, ni estés recordando, a cada momento, nuestros pecados! Míranos, pues todos nosotros formamos tu pueblo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Sin embargo, oh YHVH, Tú eres nuestro Padre; Nosotros la arcilla y Tú nuestro Alfarero, Todos nosotros, obra de tus manos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 No te enojes, Yahveh, hasta el extremo, ni recuerdes por siempre la culpa; mira, ve: ¡Tu pueblo somos todos nosotros!

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Isaías 64:8
33 Referans Kwoze  

¿Te parece bien el oprimirme y despreciar la obra de tus manos mientras te muestras complaciente ante los planes del malvado?


Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado.


Tus manos me hicieron y me formaron. Dame entendimiento para aprender tus mandamientos.


El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos!


¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu ira contra las ovejas de tu prado?


¡Vengan, postrémonos reverentes! Doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor!


¿Por qué dar pie a que los egipcios digan que nos sacaste de su país con la intención de matarnos en las montañas y borrarnos de la faz de la tierra? ¡Calma el ardor de tu ira! ¡Aplácate y no traigas sobre tu pueblo esa desgracia!


Entonces tú le dirás al faraón que esto dice el Señor: “Israel es mi primogénito.


El Señor de los Ejércitos los bendecirá, diciendo: «Bendito sea Egipto, mi pueblo, y Asiria, obra de mis manos, e Israel, mi heredad».


¡Qué manera de pervertir las cosas! ¿Acaso el alfarero es igual al barro? ¿Puede un objeto decir del que lo modeló: «Él no me hizo»? ¿Puede una vasija decir de su alfarero: «Él no entiende nada»?


»Soy yo, solo yo, el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados.


Trae a todo el que sea llamado por mi nombre, al que yo he creado para mi gloria, al que yo hice y formé”».


«Recuerda estas cosas, Jacob, porque tú eres mi siervo, Israel. Yo te formé, tú eres mi siervo; Israel, yo no te olvidaré.


«Así dice el Señor, tu Redentor, quien te formó en el seno materno: »Yo soy el Señor, que ha hecho todas las cosas, yo solo desplegué los cielos y expandí la tierra. ¿Quién estaba conmigo?


Así dice el Señor, el Santo de Israel, su Hacedor: «¿Van acaso a pedirme cuentas del futuro de mis hijos o a darme órdenes sobre la obra de mis manos?


¡Ay del que contiende con su Hacedor! ¡Ay del que no es más que un tiesto entre los tiestos de la tierra! ¿Acaso el barro reclama al alfarero: «¡Fíjate en lo que haces! ¡Tu vasija no tiene agarraderas!»?


Mi litigio no será eterno ni estaré siempre enojado, porque ante mí desfallecerían todos los seres vivientes que he creado.


Entonces todo tu pueblo será justo y poseerá la tierra para siempre. Serán el renuevo plantado por mí mismo, la obra maestra que me glorificará.


Pero tú eres nuestro Padre, aunque Abraham no nos conozca ni nos reconozca Israel; tú, Señor, eres nuestro Padre; ¡tu nombre ha sido siempre «nuestro Redentor»!


Declaró: «Verdaderamente son mi pueblo, hijos que no me engañarán». Así se convirtió en el Salvador de ellos.


Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros y se le darán estos nombres: Consejero Admirable, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.


Entre llantos vendrán y entre consuelos los conduciré. Los guiaré a corrientes de agua por un camino llano en el que no tropezarán. Yo soy el padre de Israel; mi primogénito es Efraín.


»Con todo, los israelitas serán tan numerosos como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el mismo lugar donde se les llamó Loamí, se les llamará “hijos del Dios viviente”.


¿No tenemos todos un solo Padre? ¿No nos creó un solo Dios? ¿Por qué, pues, profanamos el pacto de nuestros antepasados al traicionarnos unos a otros?


Las obras de ustedes son como las de su padre. —Nosotros no somos hijos ilegítimos —le reclamaron—. Un solo Padre tenemos y es Dios mismo.


Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús,


Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa.


Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.


¿Y así pagas al Señor, pueblo tonto y sin sabiduría? ¿Acaso no es tu Padre, tu Creador, el que te hizo y te formó?


Después de todo, ellos son tu propia heredad; son el pueblo que sacaste con gran despliegue de fuerza y de poder».


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