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Isaías 26:8 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

8 Sí, en ti esperamos, Señor, y en la senda de tus juicios; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra vida.

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Biblia Reina Valera 1960

8 También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Señor, mostramos nuestra confianza en ti al obedecer tus leyes; el deseo de nuestro corazón es glorificar tu nombre.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 ¡Ah, Yavé!, tú sabes que sólo buscamos el camino de tus preceptos. Tu nombre y tu memoria son el anhelo del alma.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Oh YHVH, en la senda de tus juicios te esperamos, Tu Nombre y tu memoria son el anhelo del alma.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Sí, en la vereda de tus juicios te esperamos, Yahveh; tu nombre y tu recuerdo son el anhelo del alma.

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Isaías 26:8
39 Referans Kwoze  

»Dios ha establecido mi casa; ha hecho conmigo un pacto eterno, bien reglamentado y seguro. Dios hará que brote mi salvación y que se cumpla todo mi deseo.


Dichosos los que practican la justicia y hacen siempre lo que es justo.


Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza.


He sido íntegro ante él y me he abstenido de pecar.


Tengo sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios?


Tú, con tu poder, formaste las montañas, ceñido de fuerza.


¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.


Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios vivo.


Además, Dios dijo a Moisés: —Di esto a los israelitas: “El Señor, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado a ustedes. »”Este es mi nombre eterno; este es mi nombre por todas las generaciones”.


Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, que si encuentran a mi amado, ¿qué le dirán? ¡Díganle que estoy enferma de amor!


En aquel día dirán: «Alaben al Señor, invoquen su nombre; den a conocer entre los pueblos sus obras; proclamen la grandeza de su nombre.


Por eso, glorifiquen al Señor en el oriente; el nombre del Señor, Dios de Israel, en las costas del mar.


Señor, tú eres mi Dios; te exaltaré y alabaré tu nombre porque has hecho maravillas. Desde tiempos antiguos tus planes son fieles y seguros.


En aquel día se dirá: «¡Sí, este es nuestro Dios; en él confiamos y él nos salvó! ¡Este es el Señor, en él hemos confiado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación!».


Señor y Dios nuestro, otros señores nos han gobernado, pero solo a tu nombre damos honra.


Por eso el Señor los espera, para tenerles piedad; por eso se levanta para mostrarles compasión. Porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Dichosos todos los que en él esperan!


Señor, ¡ten compasión de nosotros; pues en ti esperamos! Sé nuestra fortaleza cada mañana, nuestra salvación en tiempo de angustia.


Los reyes te adoptarán como hijo y sus reinas serán tus nodrizas. Se postrarán ante ti rostro en tierra y lamerán el polvo que tú pises. Sabrás entonces que yo soy el Señor y que no quedarán avergonzados los que en mí confían».


»Préstame atención, pueblo mío; óyeme, nación mía: porque de mí saldrá la Ley y mi justicia será luz para las naciones.


Así dice el Señor: «Observen el derecho y practiquen la justicia, porque mi salvación está por llegar; mi justicia va a manifestarse.


Todos los pueblos marchan en nombre de sus dioses, pero nosotros marchamos en el nombre del Señor nuestro Dios, desde ahora y para siempre.


Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor; yo espero en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará!


»Acuérdense de la Ley de mi siervo Moisés. Recuerden los estatutos y las ordenanzas que di en Horeb para todo Israel.


Estos son los mandamientos y leyes que, por medio de Moisés, dio el Señor a los israelitas en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó.


Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor.


Una vez, mientras comía con ellos, ordenó: —No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre, de la cual les he hablado:


Pero si esperamos lo que todavía no vemos, en la espera mostramos nuestra constancia.


Que el Señor lleve sus corazones a amar como Dios ama y a perseverar como Cristo perseveró.


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