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Hechos 27:1 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

1 Cuando se decidió que navegáramos rumbo a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, quien pertenecía al batallón imperial.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

1 Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Cuando llegó el tiempo, zarpamos hacia Italia. A Pablo y a varios prisioneros más los pusieron bajo la custodia de un oficial romano llamado Julio, un capitán del regimiento imperial.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Cuando se decidió que nos debíamos embarcar rumbo a Italia, Pablo y otros prisioneros fueron entregados a un tal Julio, capitán del batallón Augusto.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Cuando se decidió que zarpáramos° hacia Italia, entregaron° a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la cohorte imperial.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Cuando se decidió que nos embarcáramos para Italia, pusieron a Pablo y a otros cuantos presos bajo la custodia de un centurión, por nombre Julio, de la cohorte Augusta.

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Hechos 27:1
29 Referans Kwoze  

Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.


Pero los planes del Señor quedan firmes para siempre; los designios de su corazón son eternos.


La furia del hombre se vuelve tu alabanza, y los que sobrevivan al castigo te harán fiesta.


Muchos son los planes en el corazón de las personas, pero al final prevalecen los designios del Señor.


Bueno es que el hombre aprenda a llevar el yugo desde su juventud.


Ninguno de los pueblos de la tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos.


Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron: —¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!


El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo: —¡Verdaderamente este hombre era justo!


Había allí un centurión cuyo siervo, a quien él estimaba mucho, estaba enfermo, a punto de morir.


Vivía en Cesarea un centurión llamado Cornelio del regimiento conocido como el Italiano.


Ellos contestaron: —Venimos de parte del centurión Cornelio, un hombre justo y temeroso de Dios, respetado por todo el pueblo judío. Un ángel de Dios le dio instrucciones de invitarlo a usted a su casa para escuchar lo que usted tiene que decirle.


Después de que Pablo tuvo la visión, enseguida nos preparamos para partir hacia Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado a anunciar las buenas noticias a los macedonios.


Allí se encontró con un judío llamado Aquila, natural del Ponto, y con su esposa Priscila. Hacía poco habían llegado de Italia, porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran expulsados de Roma. Pablo fue a verlos


Después de todos estos sucesos, Pablo tomó la determinación de ir a Jerusalén, pasando por Macedonia y Acaya. Decía: «Después de estar allí, tengo que visitar Roma».


Enseguida tomó algunos centuriones con sus tropas, y bajó corriendo hacia la multitud. Al ver al comandante y a sus soldados, los amotinados dejaron de golpear a Pablo.


Al oír esto, el centurión fue y avisó al comandante. —¿Qué va a hacer usted? Resulta que ese hombre es ciudadano romano.


A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «¡Ánimo! Así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es necesario que lo des también en Roma».


Este llamó entonces a uno de los centuriones y pidió: —Lleve a este joven al comandante porque tiene algo que decirle.


Luego ordenó al centurión que mantuviera custodiado a Pablo, pero que le diera cierta libertad y que no impidiera que sus amigos lo atendieran.


Después de consultar con sus asesores, Festo declaró: —Has apelado al césar. ¡Al césar irás!


He llegado a la conclusión de que él no ha hecho nada que merezca la muerte, pero como apeló al emperador, he decidido enviarlo a Roma.


Pero el centurión, en vez de hacerle caso, siguió el consejo del timonel y del dueño del barco.


Pero el centurión quería salvarle la vida a Pablo y les impidió llevar a cabo el plan. Dio orden de que los que pudieran nadar saltaran primero por la borda para llegar a tierra,


Allí el centurión encontró un barco de Alejandría que iba para Italia, y nos hizo subir a bordo.


Una vez a salvo, nos enteramos de que la isla se llamaba Malta.


Cuando llegamos a Roma, a Pablo se le permitió tener su domicilio particular, con un soldado que lo custodiara.


Saluden a todos sus dirigentes y a todos los creyentes. Los de Italia les mandan saludos.


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