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Hechos 25:11 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

11 Si soy culpable de haber hecho algo que merezca la muerte, no me niego a morir. Pero si no son ciertas las acusaciones que estos judíos formulan contra mí, nadie tiene el derecho de entregarme a ellos para complacerlos. ¡Apelo al césar!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

11 Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que estos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Si he hecho algo digno de muerte, no me niego a morir; pero si soy inocente, nadie tiene el derecho de entregarme a estos hombres para que me maten. ¡Apelo al César!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Si he cometido algún delito que merezca la muerte, acepto morir. Pero si no he hecho nada de lo que me acusan, nadie tiene derecho a entregarme a ellos. Apelo al César.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Por tanto, si soy culpable y he hecho algo digno de muerte, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos: Apelo a César.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Si soy culpable y he cometido algún delito que merezca la muerte, no rehúyo morir; pero si nada hay de lo que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. Apelo al César'.

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Hechos 25:11
17 Referans Kwoze  

o si he levantado contra el huérfano mi mano por contar con influencias en los tribunales,


A su vez, Jeremías preguntó al rey Sedequías: —¿Qué crimen he cometido contra usted, o contra sus ministros o este pueblo, para que me hayan encarcelado?


Pero Pablo respondió a los guardias: —¿Cómo? A nosotros, que somos ciudadanos romanos, que nos han azotado públicamente y sin proceso alguno, y nos han echado en la cárcel, ¿ahora quieren expulsarnos a escondidas? ¡Nada de eso! Que vengan ellos personalmente a escoltarnos hasta la salida.


Pablo ya iba a hablar cuando Galión dijo: —Si ustedes los judíos estuvieran entablando una demanda sobre algún delito o algún crimen grave, sería razonable que los escuchara.


Cuando lo estaban sujetando con correas para azotarlo, Pablo dijo al centurión que estaba allí: —¿Permite la ley que ustedes azoten a un ciudadano romano antes de ser juzgado?


Pablo contestó: —Ya estoy ante el tribunal del césar, que es donde se me debe juzgar. No he agraviado a los judíos, como usted sabe muy bien.


Después de consultar con sus asesores, Festo declaró: —Has apelado al césar. ¡Al césar irás!


Pero como Pablo apeló para que se le reservara el fallo al emperador, ordené que quedara detenido hasta ser remitido al césar.


He llegado a la conclusión de que él no ha hecho nada que merezca la muerte, pero como apeló al emperador, he decidido enviarlo a Roma.


Y Agripa dijo a Festo: —Se podría poner en libertad a este hombre si no hubiera apelado al césar.


Cuando los judíos se opusieron, me vi obligado a apelar al césar, pero no porque tuviera alguna acusación que presentar contra mi nación.


Estos mataron al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos expulsaron. No agradan a Dios y son hostiles a todos,


—¡El Señor, Dios de dioses, sí, el Señor, Dios de dioses, sabe bien que no hicimos esto por rebeldía o por infidelidad! Y que todo Israel también lo sepa. Si no es así, que no se nos perdone la vida.


Con todo, David pensaba: «Un día de estos voy a morir a manos de Saúl. Lo mejor que puedo hacer es huir a la tierra de los filisteos. Así Saúl se cansará de buscarme por el territorio de Israel, y podré escapar de sus manos».


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