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Génesis 17:17 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

17 Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rio de pensar: «¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años y Sara ser madre a los noventa?».

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

17 Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rio, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Entonces Abraham se postró hasta el suelo, pero se rio por dentro, incrédulo. «¿Cómo podría yo ser padre a la edad de cien años? —pensó—. ¿Y cómo podrá Sara tener un bebé a los noventa años?».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 Entonces Abrahán, agachándose hasta tocar la tierra con su cara, se puso a reír, pues pensaba: '¿Acaso le va a nacer un hijo a un hombre de cien años? ¿Y puede Sara, a sus noventa años, dar a luz?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 Y cayó Abraham sobre su rostro, pero se rió y dijo en su corazón: ¿A un hombre de cien años le habrá de nacer un hijo? Y Sara, ¿dará a luz con noventa años?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Cayó Abrahán rostro en tierra y rompió a reír, pensando para sí: '¿A un hombre de cien años le va a nacer un hijo? ¿Dará a luz Sara a los noventa años?'.

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Génesis 17:17
26 Referans Kwoze  

Por eso le dijo a Dios: —¡Concédele a Ismael vivir bajo tu bendición!


Al oír que Dios le hablaba, Abram cayó rostro en tierra y Dios continuó diciendo:


Abraham y Sara eran ya bastante ancianos. Sara ya había dejado de menstruar.


Por eso, Sara se rio para sus adentros y dijo: «¿Acaso voy a tener este placer, ahora que ya he envejecido y siendo mi señor también ya viejo?».


Abraham tenía ya cien años cuando nació su hijo Isaac.


Sara dijo entonces: «Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo se reirán conmigo.


¿Quién hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos? Sin embargo, le he dado un hijo en su vejez».


David alzó la vista y vio que el ángel del Señor estaba entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en la mano que apuntaba hacia Jerusalén. Entonces David y los jefes, vestidos de luto, se postraron sobre su rostro.


Al llegar a este punto, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza y se dejó caer al suelo en actitud de adoración.


El resplandor era semejante al del arcoíris cuando aparece en las nubes en un día de lluvia. Tal era el aspecto de la gloria del Señor. Ante esa visión, caí rostro en tierra y oí que la voz de alguien que hablaba.


»Cuando él se acercó al lugar donde estaba, me aterroricé y caí rostro en tierra. Me dijo: “Hijo de hombre entiende que la visión se refiere al tiempo del fin”.


De la presencia del Señor salió un fuego que consumió el holocausto y la grasa que estaban sobre el altar. Al ver esto, todo el pueblo prorrumpió en gritos de júbilo y cayó rostro en tierra.


Entonces Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra ante toda la comunidad israelita.


Pero Moisés y Aarón se postraron rostro en tierra y exclamaron: —Oh Dios, Dios de toda la humanidad: un solo hombre ha pecado, ¿y vas tú a enojarte con todos ellos?


—Apártate de esta gente, para que yo la consuma de una vez por todas. Ellos se postraron rostro en tierra


Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y presentaron como regalos: oro, incienso y mirra.


—¿Cómo podré estar seguro de esto? —preguntó Zacarías al ángel—. Ya soy anciano y mi esposa también es de edad avanzada.


Abraham, el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día; y lo vio y se alegró.


Nuevamente me postré delante del Señor cuarenta días y cuarenta noches, y no comí pan ni bebí agua. Lo hice por el gran pecado que ustedes habían cometido al hacer lo malo a los ojos del Señor, provocando así su ira.


Como el Señor había dicho que los destruiría, yo me quedé postrado ante él esos cuarenta días y cuarenta noches.


—¡De ninguno! —respondió—. Me presento ante ti como comandante del ejército del Señor. Entonces Josué se postró rostro en tierra y preguntó: —¿Qué órdenes trae usted, mi Señor, para este siervo suyo?


Ante esto, Josué rompió sus ropas y se postró rostro en tierra ante el arca del Señor y permaneció allí hasta la tarde. Los jefes de Israel hicieron lo mismo y echaron ceniza sobre su cabeza.


Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios


Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios.


Mientras la llama subía desde el altar hacia el cielo, el ángel del Señor ascendía en la llama. Al ver eso, Manoa y su esposa se postraron en tierra sobre sus rostros.


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