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Ezequiel 8:1 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

1 En el día quinto del mes sexto del año sexto, yo estaba sentado en mi casa, junto con los ancianos de Judá. De pronto, el Señor puso su mano sobre mí.

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Biblia Reina Valera 1960

1 En el sexto año, en el mes sexto, a los cinco días del mes, aconteció que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí se posó sobre mí la mano de Jehová el Señor.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Después, el 17 de septiembre, durante el sexto año de cautividad del rey Joaquín, mientras los líderes de Judá estaban en mi casa, el Señor Soberano puso su mano sobre mí.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 El año sexto, el día quinto del sexto mes, estaba sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados frente a mí. Entonces la mano de Yavé se posó sobre mí.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 El año sexto, el día cinco del mes sexto, estando yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá sentados frente a mí, la mano de Adonay YHVH bajó allí sobre mí.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 El año sexto, el día cinco del sexto mes, estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados en mi presencia, se posó sobre mí la mano del Señor Yahveh.

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Ezequiel 8:1
24 Referans Kwoze  

Mientras Eliseo se encontraba en su casa, sentado con los jefes, el rey le envió un mensajero. Antes de que este llegara, Eliseo dijo a los jefes: —Ahora van a ver cómo ese asesino envía a alguien a cortarme la cabeza. Pues bien, cuando llegue el mensajero, atranquen la puerta para que no entre. ¿No se oyen los pasos de su señor detrás de él?


Unos ancianos de Israel vinieron a visitarme y se sentaron frente a mí.


Por tanto, habla con ellos y adviérteles que así dice el Señor y Dios: “A todo israelita que haya hecho de su corazón un altar de ídolos y que, después de haber colocado a su paso piedras de tropiezo que lo hagan pecar, consulte al profeta, yo el Señor le responderé según la multitud de sus ídolos.


El día diez del mes quinto del año séptimo, unos ancianos de Israel vinieron a consultar al Señor, entonces se sentaron frente a mí.


El día diez del mes décimo del año noveno, el Señor me dirigió la palabra:


En el onceavo mes del décimo segundo año, en el primer día del mes, el Señor me dirigió la palabra:


A los doce días del mes décimo del año décimo, el Señor me dirigió la palabra:


El primer día del mes primero del año veintisiete, el Señor me dirigió la palabra:


Entonces me levantó el Espíritu y detrás de mí oí decir con el estruendo de un terremoto: «¡Bendita sea la gloria del Señor, donde él habita!».


El Espíritu me levantó y se apoderó de mí. Y me fui amargado y enardecido en mi espíritu, mientras la mano del Señor me sujetaba con fuerza.


Luego el Señor puso su mano sobre mí y me dijo: «Levántate y dirígete al campo que allí voy a hablarte».


El día siete del mes primero del año undécimo, el Señor me dirigió la palabra:


El día primero del mes tercero del año undécimo, el Señor me dirigió la palabra:


El día primero del mes duodécimo del año duodécimo, el Señor me dirigió la palabra:


En el día quince del mes duodécimo del año duodécimo, el Señor me dirigió la palabra:


La noche anterior, antes de que el fugitivo llegara hasta mí por la mañana, la mano del Señor vino sobre mí y abrió mi boca. Así fue abierta mi boca y dejé de estar en silencio.


Acuden a ti en masa, y se sientan delante de ti y escuchan tus palabras, pero luego no las practican. Me halagan de labios para afuera, pero sus corazones solo buscan las ganancias injustas.


La mano del Señor vino sobre mí; su Espíritu me llevó y me colocó en medio de un valle que estaba lleno de huesos.


En el año veinticinco de nuestro exilio, al comienzo del año, el día diez del mes, catorce años después de la caída de la ciudad; ese mismo día la mano del Señor vino sobre mí y me llevó allá.


El rey hará duelo, el príncipe se cubrirá de tristeza y temblarán las manos del pueblo. Yo los trataré según su conducta y los juzgaré según sus acciones. Así sabrán que yo soy el Señor».


Entonces miré y vi una figura de aspecto humano: de la cintura para abajo, ardía como fuego; de la cintura para arriba, brillaba como el metal refulgente.


»Los labios de un sacerdote atesoran sabiduría y de su boca el pueblo busca instrucción, porque es mensajero del Señor de los Ejércitos.


No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie.


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