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Ezequiel 43:3 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

3 Esta visión era semejante a la que tuve cuando él vino a destruir la ciudad de Jerusalén; también, a la que tuve junto al río Quebar. Y caí rostro en tierra,

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Biblia Reina Valera 1960

3 Y el aspecto de lo que vi era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Esta visión fue igual a las otras que yo había tenido, primero junto al río Quebar y después cuando él vino a destruir Jerusalén. Caí con el rostro en tierra

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Esa visión era semejante a la que había tenido cuando Yavé llegó para destruir la ciudad; también era parecida a la visión que había tenido a orillas del río Quebar; me tiré de bruces al suelo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y el aspecto de la visión que vi era como aquella visión que vi cuando vine° a destruir la ciudad, y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; entonces me postré sobre mi rostro.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 La visión que yo vi era como la visión que yo había visto cuando vino a destruir la ciudad. En los detalles era como la visión que yo había visto junto al río Quebar. Y caí rostro en tierra.

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Ezequiel 43:3
13 Referans Kwoze  

Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos, para arrancar y derribar, para destruir y demoler, para construir y plantar».


Yo me levanté y salí al campo. Allí vi la gloria del Señor, tal como la había visto a orillas del río Quebar, y caí rostro en tierra.


«Hijo de hombre, entona un lamento sobre las multitudes de Egipto y, junto con las ciudades de las naciones más poderosas, hazlas descender con los que bajan a la fosa, a las regiones más profundas.


Después el hombre me llevó por el camino de la puerta del norte, que está frente al Templo. Al ver que la gloria del Señor llenaba el Templo, me postré rostro en tierra.


Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el campo.


Después oí que Dios clamaba con fuerte voz: «¡Acérquense, verdugos de la ciudad, cada uno con su arma destructora en la mano!».


Por eso no tendré piedad ni compasión, sino que les pediré cuentas de su conducta».


La gloria del Dios de Israel, que estaba sobre los querubines, se elevó y se dirigió hacia el umbral del Templo. Entonces el Señor llamó al hombre vestido de tela de lino que llevaba en la cintura un estuche de escriba


Pero oí que a los otros dijo: «Síganlo. Recorran la ciudad y maten sin piedad ni compasión.


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