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Ezequiel 19:14 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

14 De una de sus ramas brotó un fuego y consumió sus frutos. ¡No queda en ella una rama vigorosa, apta para ser cetro de gobernante!”. Este es un lamento y debe entonarse como tal».

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Biblia Reina Valera 1960

14 Y ha salido fuego de la vara de sus ramas, que ha consumido su fruto, y no ha quedado en ella vara fuerte para cetro de rey. Endecha es esta, y de endecha servirá.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

14 De sus ramas surgió fuego que devoró sus frutos. Las ramas que le quedan no son tan fuertes para ser el cetro de un rey”. »Este es un canto fúnebre y se entonará en un funeral».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

14 (Un fuego que salió de su tronco devoró sus sarmientos y sus racimos.) ¿Qué le pasó? No más rama vigorosa, no más cetro real. Es una lamentación, y ¡cuánto no se lamentarán!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

14 Un vástago de sus mismas ramas produjo el fuego que consumió su fruto, Y no queda en ella vara fuerte para cetros de soberanos. Es una endecha, y de endecha servirá.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

14 Salió fuego de uno de sus vástagos que devoró sarmientos y frutos. No queda en ella vástago robusto, cetro que pueda reinar'.' Es una elegía y se canta como elegía.

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Ezequiel 19:14
27 Referans Kwoze  

El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos.


a tal grado que el Señor, en su ira, los echó de su presencia. Todo esto sucedió en Jerusalén y en Judá. Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.


además se rebeló contra el rey Nabucodonosor, a quien había jurado lealtad. Sedequías fue terco y, en su obstinación, no quiso volverse al Señor, Dios de Israel.


Sus abundantes cosechas son ahora de los reyes que nos has impuesto por nuestro pecado. Como tienen el poder, hacen lo que quieren con nosotros y con nuestro ganado. ¡Grande es nuestra aflicción!


El Señor extenderá desde Sión el poder de tu cetro. Domina tú en medio de tus enemigos.


Porque a Jacob se lo han devorado y al país lo han dejado en ruinas.


»Todas sus mujeres y sus hijos serán entregados a los babilonios. Usted mismo no podrá escapar, sino que caerá bajo el poder del rey de Babilonia y la ciudad será incendiada».


a tal grado que el Señor, en su ira, los echó de su presencia. Todo esto sucedió en Jerusalén y en Judá. Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.


También cayó en sus redes el ungido del Señor, que era el aliento de nuestras vidas. Era él de quien decíamos: ¡Viviremos bajo su sombra entre las naciones!


¡Escasamente sirve para alimentar el fuego! Pero ¿de qué sirve cuando sus extremos se consumen y ya se ha quemado por dentro?


¿Prosperará aunque sea plantada? ¿Acaso el viento del este no la marchitará cuando la azote? ¿En los surcos donde creció se secará?”».


»Dedícale este lamento a los príncipes de Israel:


Sus ramas crecieron vigorosas, ¡aptas para ser cetros de reyes! Tanto creció que se destacaba por encima del follaje. Se le reconocía por su altura y por sus ramas frondosas.


Dile: “Escucha, bosque del Néguev, la palabra del Señor. Así dice el Señor y Dios: ‘En medio de ti voy a prender un fuego que devorará todos los árboles, tanto los secos como los verdes. Este incendio no se podrá apagar; quemará toda la superficie, de norte a sur.


Todos los mortales verán que yo, el Señor, lo he encendido y no podrá apagarse’ ”».


y sobre ti entonarán este lamento: »“¡Cómo has sido destruida, ciudad famosa, habitada por gente del mar! ¡Tú en el mar eras poderosa! ¡Con tus habitantes infundías terror a todos los que vivan allí!


Tal vez dirán: «No hemos temido al Señor y por eso no tenemos rey. Pero aun si lo tuviéramos, ¿qué podría hacer por nosotros?».


Porque los israelitas vivirán mucho tiempo sin rey o príncipe, sin sacrificio o altares, sin efod o ídolos familiares.


»En aquel día »restauraré la casa caída de David. Repararé sus grietas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré tal como era en días pasados,


Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella.


—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! —vociferaron. —¿Acaso voy a crucificar a su rey? —respondió Pilato. —No tenemos más rey que el césar —contestaron los jefes de los sacerdotes.


»Pero el espino respondió a los árboles: “Si de veras quieren ungirme como su rey, vengan y refúgiense bajo mi sombra; pero, si no, ¡que salga fuego del espino, y consuma los cedros del Líbano!”.


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