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Deuteronomio 28:16 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

16 Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

16 Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 Tus ciudades y tus campos serán malditos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 Maldito serás en la ciudad y en el campo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 Maldito serás en la ciudad y maldito serás en el campo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo.

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Deuteronomio 28:16
32 Referans Kwoze  

Le dio ese nombre porque dijo: «Este niño nos dará descanso en nuestros trabajos y sufrimientos en esta tierra que maldijo el Señor».


Ahora bien, Elías, el de Tisbé de Galaad, fue a decirle a Acab: «Tan cierto como que vive el Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo, te aseguro que no habrá rocío ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene».


—Tan cierto como el Señor tu Dios vive —respondió ella—, no me queda ni un pedazo de pan; solo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en el jarro. Precisamente estaba recogiendo unos leños para llevármelos a casa y hacer una comida para mi hijo y para mí. ¡Será nuestra última comida antes de morirnos de hambre!


Así que Elías se fue al arroyo de Querit, al este del Jordán, y allí permaneció, conforme a la palabra del Señor.


»Los malvados son como espuma sobre el agua; su parcela está bajo maldición; ya no van a trabajar a los viñedos.


La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado; su bendición, sobre el hogar de los justos.


Por eso humillé a las autoridades del templo; entregué a Jacob a la destrucción total, entregué a Israel al menosprecio.


Si salgo al campo, veo los cuerpos de los muertos a filo de espada; si entro en la ciudad, veo los estragos que el hambre ha producido. Tanto el profeta como el sacerdote andan errantes en la tierra sin comprender nada”».


entonces haré con esta casa lo mismo que hice con Siló: Haré de esta ciudad una maldición para todas las naciones de la tierra’ ”».


Cuando el Señor ya no pudo soportar más las malas acciones y las cosas abominables que ustedes hacían, su país se convirtió en objeto de maldición, en un lugar desértico, desolado y sin habitantes, tal como está hoy.


«Convertiré a Jerusalén en un montón de ruinas, en una guarida de chacales. Convertiré en ruinas las ciudades de Judá; ¡las dejaré sin habitantes!».


¡Cuán solitaria se encuentra la que fue ciudad populosa! ¡Tiene apariencia de viuda la que fue grande entre las naciones! ¡Hoy es esclava de las provincias la que fue gran señora entre ellas!


La piel nos arde como un horno; de hambre nos da fiebre.


Lo que dejó el enjambre de langostas, lo comió la langosta grande. Lo que dejó la langosta grande, lo comió la langosta pequeña. Lo que dejó la langosta pequeña, lo comió la langosta joven.


El fuego devora delante de ellos; detrás, las llamas arden. Antes de su llegada, el país se parece al jardín del Edén; después, queda un desolado desierto. ¡Nada escapa de su poder!


Así afirma el Señor de los Ejércitos: “Yo he desencadenado esta maldición para que entre en la casa del ladrón y en la del que jura con falsedad por mi nombre. Se alojará dentro de su casa y la destruirá, junto con sus vigas y sus piedras”».


Si no me hacen caso ni se deciden a honrar mi nombre —dice el Señor de los Ejércitos—, les enviaré una maldición y maldeciré sus bendiciones. Ya las he maldecido, porque ustedes no se han decidido a honrarme.


Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con sus padres; así no vendré a herir la tierra con destrucción total».


a tal grado que no compartirá con ellos nada de la carne de sus hijos que esté comiendo, pues será todo lo que le quede. Tal será la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades


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