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Colosenses 3:3 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

3 pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Pues han muerto, y su vida está ahora escondida con Cristo en Dios.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Porque ya habéis muerto, y vuestra vida está escondida con el Mesías en Dios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 pues habéis muerto, y vuestra vida está oculta, juntamente con Cristo, en Dios.

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Colosenses 3:3
32 Referans Kwoze  

En aquel tiempo Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los niños.


Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán.


»Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.


pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.


Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a él le place.


»Les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida.


Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida.


Porque, si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida!


y así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.


De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.


¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?


pues por medio de él la ley del Espíritu de vida te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.


Así está escrito: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente»; el último Adán, en el Espíritu que da vida.


El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente.


El amor de Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por todos y por consiguiente todos murieron.


En efecto, vivimos por fe, no por vista.


He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.


y de hacer entender a todos el plan divino, el misterio que desde los tiempos eternos se mantuvo oculto en Dios, creador de todas las cosas.


Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.


a causa de la esperanza reservada para ustedes en el cielo. De esta esperanza ya han sabido por la palabra de verdad, que es el evangelio


Si con Cristo ustedes ya han muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si todavía pertenecieran al mundo, se someten a preceptos tales como


en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.


Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria.


Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.


Más bien, que la belleza de ustedes sea la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu humilde y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios.


para vivir el resto de su vida terrenal no satisfaciendo sus pasiones humanas, sino cumpliendo la voluntad de Dios.


Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.


»El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que salga vencedor le daré del maná escondido y le daré también una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo que solo conoce quien la recibe.


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