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2 Reyes 8:11 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

11 Luego Eliseo se quedó mirándolo fijamente, hasta que Jazael se sintió incómodo. Entonces el hombre de Dios se echó a llorar.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

11 Y el varón de Dios le miró fijamente, y estuvo así hasta hacerlo ruborizarse; luego lloró el varón de Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Eliseo se quedó mirando a Hazael tan fijamente que Hazael se sintió incómodo. Entonces el hombre de Dios se puso a llorar.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Entonces el rostro del hombre de Dios se contrajo y su mirada quedó fija, poniéndose después a llorar.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Y lo miró fijamente hasta que se avergonzó. Entonces el varón de Dios rompió a llorar.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 El varón de Dios, demudado el rostro, se quedó totalmente paralizado y luego rompió a llorar.

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2 Reyes 8:11
15 Referans Kwoze  

comenzó a llorar tan fuerte que los egipcios se enteraron y la noticia llegó hasta la casa del faraón.


En tiempos de Pécaj, rey de Israel, Tiglat Piléser, rey de Asiria, invadió el país y conquistó Iyón, Abel Betmacá, Janoa, Cedes, Jazor, Galaad y Galilea, incluyendo todo el territorio de Neftalí; además, deportó a los habitantes a Asiria.


Pero ellos insistieron tanto que él se sintió incómodo y por fin les dijo: —Está bien, mándenlos. Así que enviaron a cincuenta hombres, los cuales buscaron a Elías durante tres días, pero no lo encontraron.


Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, porque tu Ley no se obedece.


Pero si ustedes no obedecen, lloraré en secreto por causa de su orgullo; mis ojos llorarán amargamente y se desharán en lágrimas, porque el rebaño del Señor será llevado al cautiverio.


»Tú les dirás lo siguiente: »“Que mis ojos derramen lágrimas día y noche, sin cesar, porque la virginal hija de mi pueblo ha sufrido una herida terrible, un golpe muy duro.


¡Qué angustia, qué angustia! ¡Me retuerzo de dolor! Mi corazón se agita. ¡Ay, corazón mío! ¡No puedo callarme! Puedo escuchar el toque de trompeta y el grito de guerra.


¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por los muertos de mi pueblo!


Que se den prisa, que hagan lamentación por nosotros. Nuestros ojos se inundarán de lágrimas y brotará de nuestros párpados el llanto.


Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella.


He servido al Señor con toda humildad y con lágrimas, a pesar de haber sido sometido a duras pruebas por las maquinaciones de los judíos.


Así que estén alerta. Recuerden que día y noche, durante tres años, no he dejado de amonestar con lágrimas a cada uno en particular.


Me invade una gran tristeza y me embarga un continuo dolor.


Como he dicho a menudo, y ahora lo repito hasta con lágrimas, muchos se comportan como enemigos de la cruz de Cristo.


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