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2 Reyes 6:31 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

31 «¡Que Dios me castigue sin piedad —exclamó el rey— si hoy mismo no le corto la cabeza a Eliseo, hijo de Safat!».

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

31 Y él dijo: Así me haga Dios, y aun me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda sobre él hoy.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

31 Entonces el rey juró: «Que Dios me castigue y aun me mate si hoy mismo no separo la cabeza de Eliseo de sus hombros».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

31 El rey dijo: '¡Castígueme Dios una y otra vez si la cabeza de Eliseo hijo de Safat le queda hoy sobre sus hombros!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

31 Entonces dijo: ¡Así me haga ’Elohim, y aun me añada, si la cabeza de Eliseo ben Safat permanece hoy sobre él!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

31 Dijo luego el rey: '¡Esto me haga Dios y esto me añada, si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, se mantiene hoy sobre sus hombros! '.

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2 Reyes 6:31
18 Referans Kwoze  

Díganle también a Amasá: “¿Acaso no eres de mi propia sangre? Tú serás de por vida el comandante de mi ejército, en lugar de Joab. ¡Que Dios me castigue sin piedad si no lo cumplo!”».


Todos se acercaron a David y le rogaron que comiera algo mientras todavía era de día, pero él hizo este juramento: «¡Que Dios me castigue sin piedad si pruebo pan o algún otro alimento antes de que se ponga el sol!».


Que Dios me castigue sin piedad si ahora yo no procedo con David conforme a lo que el Señor juró:


y cuando lo vio, le preguntó: —¿Eres tú el que le está creando problemas a Israel?


Entonces Jezabel envió un mensajero a Elías para decirle: «¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!».


Dicho esto, el rey Salomón juró por el Señor: «¡Que Dios me castigue sin piedad si no hago que Adonías pague con su vida por esa petición!


Entonces Ben Adad le envió otro mensaje a Acab: «Que los dioses me castiguen sin piedad si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis hombres se lleven un puñado».


El rey de Israel respondió: —Todavía hay alguien por medio de quien podemos consultar al Señor, pero me cae muy mal porque nunca me profetiza nada bueno; solo me anuncia desastres. Se trata de Micaías, hijo de Imlá. —No digas eso —respondió Josafat.


cuando Guiezi, el criado de Eliseo, hombre de Dios, pensó: «Mi amo ha sido demasiado bondadoso con este arameo Naamán, pues no le aceptó nada de lo que había traído. Pero, tan cierto como que el Señor vive, yo voy a correr tras él, a ver si me da algo».


La ira del rey es presagio de muerte, pero el sabio sabe apaciguarla.


Los oficiales dijeron al rey: —Hay que matar a este hombre. Con semejantes discursos está desmoralizando a los soldados y a todo el pueblo que aún queda en esta ciudad. Este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia.


No entienden que les conviene más que muera un solo hombre por el pueblo y no que perezca toda la nación.


Moriré donde tú mueras y allí seré sepultada. ¡Que me castigue el Señor con toda severidad si me separa de ti algo que no sea la muerte!».


—Jonatán, si tú no mueres, ¡que Dios me castigue sin piedad! —exclamó Saúl.


¡Que Dios me castigue sin piedad si antes del amanecer no acabo con todos sus hombres!».


—¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó Elí—. Te pido que no me lo ocultes. ¡Que Dios te castigue sin piedad si me ocultas una sola palabra de todo lo que te ha dicho!


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