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2 Reyes 5:7 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

7 Al leer la carta, el rey de Israel se rasgó las vestiduras y exclamó: «¿Y acaso soy Dios, capaz de dar vida o muerte, para que este hombre me pida sanar a uno con su piel enferma? ¡Fíjense bien que me está buscando pleito!».

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Biblia Reina Valera 1960

7 Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que este envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Cuando el rey de Israel leyó la carta, horrorizado, rasgó sus vestiduras y dijo: «¿Acaso soy Dios para dar vida y quitarla? ¿Por qué este hombre me pide que sane a alguien con lepra? Creo que solo busca pelear conmigo».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Al leer la carta, el rey de Israel rasgó su ropa diciendo: '¿Acaso soy un dios para hacer morir o devolver la vida? ¡Ese me pide que le quite a éste la lepra! ¡Fíjense y díganme si esto no es más que para buscarme pelea!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Y sucedió que al leer la carta, el rey de Israel rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Acaso soy ’Elohim para matar o para hacer vivir, para que éste me envíe a un hombre a curarlo de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y exclamó: '¿Es que yo soy Dios para que pueda quitar o dar la vida, y por eso éste me envía un hombre para que lo cure de la lepra? Reparad y ved que está buscando ocasión de querella contra mí'.

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2 Reyes 5:7
19 Referans Kwoze  

Pero Jacob se enojó muchísimo con ella y dijo: —¿Acaso crees que soy Dios? ¡Es él quien te ha hecho estéril!


Cuando Rubén volvió a la cisterna y José ya no estaba allí, se rasgó las vestiduras en señal de duelo.


—No tengan miedo —les contestó José—. ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios?


Al oírlo, David y los que estaban con él se rasgaron las vestiduras.


El rey de Israel mandó llamar a todos los jefes del país y les dijo: —¡Miren cómo este hombre nos quiere causar problemas! Cuando mandó que le entregara mis esposas y mis hijos, mi oro y mi plata, no se los negué.


Al ver que el rey estaba de pie junto a la columna, como era la costumbre, y que los oficiales y músicos estaban a su lado, y que todo el pueblo se alegraba al son de las trompetas, Atalía se rasgó las vestiduras y gritó: «¡Traición! ¡Traición!».


Entonces Eliaquín, hijo de Jilquías, administrador del palacio, el cronista Sebna y el secretario Joa, hijo de Asaf, con las vestiduras rasgadas en señal de duelo, fueron a ver a Ezequías y le contaron lo que había dicho el comandante en jefe.


La carta que le llevó al rey de Israel decía: «Cuando te llegue esta carta, verás que el portador es Naamán, uno de mis oficiales. Te lo envío para que lo sanes de su enfermedad en la piel».


Ni el rey ni los jefes que escucharon todas estas palabras tuvieron temor ni se rasgaron las vestiduras.


Lo que el rey pregunta es muy difícil. Nadie puede revelarlo a no ser los dioses, pero ellos no viven entre nosotros.


¡Vengan, volvámonos al Señor! Él nos ha despedazado, pero nos sanará; nos ha herido, pero nos vendará.


Allí estaban también Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefone, los cuales habían participado en la exploración de la tierra. Ambos se rasgaron las vestiduras en señal de duelo


—¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Miren, ustedes mismos han oído la blasfemia!


Estaban tendiéndole trampas para ver si fallaba en algo.


Al enterarse de esto los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron las vestiduras y se lanzaron por entre la multitud, gritando:


¡Si tan solo fueran sabios, entendieran esto y comprendieran cuál será su fin!


»¡Vean ahora que yo soy único! No hay otro dios fuera de mí. Yo doy la muerte y devuelvo la vida, causo heridas y doy sanidad. Nadie puede librarse de mi mano.


»Del Señor vienen la muerte y la vida; a unos hace bajar al sepulcro y a otros los levanta.


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