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2 Reyes 4:27 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

27 Pero luego fue a la montaña y se abrazó a los pies del hombre de Dios. Guiezi se acercó con el propósito de apartarla, pero el hombre de Dios intervino: —¡Déjala! Está muy angustiada. El Señor me ha ocultado lo que pasa; no me ha dicho nada.

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Biblia Reina Valera 1960

27 Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

27 Sin embargo, cuando ella se encontró con el hombre de Dios en la montaña, se postró en el suelo delante de él y se agarró de sus pies. Giezi comenzó a apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala. Está muy angustiada, pero el Señor no me ha dicho qué le pasa».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

27 Pero en cuanto llegó donde el hombre de Dios que estaba en el monte, le abrazó las piernas. Guejazí se acercó para separarla, pero el hombre de Dios le dijo: '¡Déjala! Su corazón está repleto de tristeza, Yavé me lo ha ocultado y no me lo ha dado a conocer'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

27 Pero al llegar al monte ante el varón de Dios, ella se aferró a sus pies. Y Giezi se acercó para apartarla, pero el varón de Dios dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y YHVH me lo ha ocultado, y no me lo ha declarado.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

27 Pero apenas llegó ante el varón de Dios, en el monte, se abrazó a sus pies. Guejazí se acercó para apartarla, pero el varón de Dios le dijo: 'Déjala, porque su alma está llena de amargura, pero Yahveh me lo ha ocultado y no me lo ha manifestado'.

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2 Reyes 4:27
19 Referans Kwoze  

Pero el Señor dijo para sus adentros: «¿Ocultaré a Abraham lo que estoy por hacer?


—Bien —respondió Natán—. Haga usted lo que su corazón dicte, pues el Señor está con usted.


La mujer se puso en marcha y llegó al monte Carmelo, donde estaba Eliseo, el hombre de Dios. Este la vio a lo lejos y dijo a su criado Guiezi: —¡Mira! Ahí viene la sunamita.


Corre a recibirla y pregúntale cómo está ella, y cómo están su esposo y el niño. El criado fue y ella respondió que todos estaban bien.


—Nadie, mi señor y rey —respondió uno de ellos—. El responsable es Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica todo al rey de Israel, aun lo que usted dice en su alcoba.


»¡Ya estoy harto de esta vida! Por eso doy rienda suelta a mi queja; desahogo la amargura de mi alma.


Cada corazón conoce sus propias amarguras, y ningún extraño comparte su alegría.


En la enfermedad, el ánimo levanta al enfermo; ¿pero quién podrá levantar el ánimo al abatido?


En verdad, nada hace el Señor y Dios sin antes revelar sus planes a sus siervos los profetas.


Jesús no respondió ni una palabra. Así que sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: —Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando.


La multitud los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban con más fuerza: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!


En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y lo adoraron.


Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.


—Déjenla en paz —dijo Jesús—. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo.


Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.


Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes.


En esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de verlo hablando con una mujer, aunque ninguno preguntó: «¿Qué pretendes?», o: «¿De qué hablas con ella?».


comenzó a orar al Señor con gran angustia y a llorar desconsoladamente.


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